(Recomendable leer antes la Parte 1 de 3)
En Barcelona, Ada Colau, unos de los
principales apoyos de Yolanda Díaz, queda en tercer lugar con el 19,77% y
24.563 votos menos. Una sonada derrota a manos tanto de la derecha catalanista
encabezada por Trías, que obtiene 70.278 votos más y el 22,42%, como del PSC,
que pierde 7.013 votos y se queda en el 19,79%. Las diferentes candidaturas de
En Comu Podem en Catalunya sufren un importante retroceso.
Estos resultados ponen en evidencia la
bancarrota de los “Ayuntamientos del cambio” que fueron incapaces de revertir
las políticas capitalistas de la derecha y la socialdemocracia tradicional,
manteniendo externalizados y privatizados el grueso de los servicios municipales,
abandonando a su suerte a los barrios obreros, apoyando operaciones
especulativas y pelotazos inmobiliarios, negándose a construir vivienda pública
para acabar con los desahucios y unos alquileres cada vez más impagables, o
manteniendo a sus trabajadores en la precariedad. Esta es la política que está
detrás de este retroceso, y no la supuesta falta de conciencia de las y los
trabajadores.
Los resultados en Catalunya, un territorio
decisivo de cara a ganar las generales, arroja también un balance al que hay
que prestar atención. Aquí la abstención ha crecido exponencialmente, un 9,26%,
y ha supuesto para la izquierda una sangría de 463.073 votos. En contraste, el
avance de la derecha, incluso de la derecha españolista, es significativo: Vox
quintuplica sus votos y pasa de 36.240 (el 1,03%) a 150.653 (el 5,01%), y de 3
a 124 concejales incluyendo su entrada por primera vez en el Ayuntamiento de
Barcelona. Lo mismo ocurre con el PP, que pasa de 161.846 (4,63%) a 247.113
(8,22%), y de 66 a 196 concejales, alzándose con una victoria arrolladora en
Badalona, la tercera ciudad de Catalunya y que también contó con un
“Ayuntamiento del cambio”, donde el reaccionario y racista de Albiol logra el
55,73%.
Cuando se impone la desmovilización y el
escepticismo, cuando se abandona la lucha en las calles por la república como
han hecho los dirigentes independentistas y de ERC, y se convierten en un pilar
de la estabilidad capitalista al frente de la Generalitat, se crean las
condiciones para que la reacción puede avanzar con rapidez. ERC, que ganó las
elecciones municipales en 2019, sufre un desplome brutal y pierde ahora el 36%
de sus votos (302.274), quedando por debajo tanto del PSC como de Junts.
Solamente en Euskal Herria y Galicia los
resultados han sido favorables a la izquierda. EH Bildu pasa del 24,87% de los
votos al 29,20%, gana en concejales al PNV, y se convierte en la primera fuerza
del Ayuntamiento de Gasteiz y de la izquierda en Iruña. Una situación que
responde al clima de conflictividad social que existe en Euskal Herria, con
unos sindicatos, LAB y ELA, que confrontan con la patronal, el Gobierno vasco y
el estatal, que organizan a la clase trabajadora, y que se basan en la huelga y
la movilización en las calles para conquistar derechos y salarios. La lucha se
nota, y tiene consecuencias. En el caso de Galicia, la izquierda conserva 5 de
las 7 grandes ciudades gracias al ascenso del BNG que obtiene 248.676 votos,
54.311 más que en 2019.
La
crisis de Podemos y el futuro de la izquierda ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Solo han pasado nueve años desde la fundación de Podemos y quedan como en un pasado remoto aquellos resultados espectaculares en la europeas de 2014, en las generales de 2015, las victorias en los Ayuntamientos de Madrid, Cádiz, Zaragoza, Barcelona… los triunfos en Euskal Herria y Catalunya, o aquella marcha del cambio en enero de 2015 que convocó a más de medio millón de personas en Madrid.
Estos resultados electorales han puesto en evidencia la bancarrota de los “Ayuntamientos del cambio” que mantuvieron las políticas capitalistas de la derecha y la socialdemocracia tradicional.
Podemos se encuentra en una situación
crítica que amenaza su viabilidad como organización. Sin embargo, Pablo
Iglesias, Belarra y sus máximos dirigentes siguen sin sacar ninguna conclusión
de fondo, ni hacen un balance crítico de su responsabilidad política en lo
ocurrido. Continúan buscando excusas y echando balones fuera. Ahora, al papel
determinante del poder mediático para explicar su derrota, añaden la falta de
unidad como el otro factor diferencial. ¿En serio? ¿Esa es la principal
explicación de esta debacle?
Miles de activistas y votantes de la
izquierda están completamente conmocionados, y muchos se preguntan: ¿Cómo hemos
podido llegar hasta aquí? ¿Por qué ha vuelto a arrasar la derecha tras cuatro
años de un Gobierno “progresista” y “feminista” que supuestamente ha aplicado
políticas sociales? ¿Qué ha ocurrido para que se produzca un vuelco de tal
magnitud? ¿Por qué UP ha sido castigado tan duramente estando en el Gobierno?
Solo podemos responder a estas preguntas siendo honestos y mirando a la
realidad de frente. Y la realidad es muy concreta.
Tras casi cuatro años de Gobierno de
coalición, las condiciones de vida de la clase trabajadora no solo no han
mejorado sino que han sufrido un duro retroceso. Tal y como hemos venido
explicando desde Izquierda Revolucionaria, este Gobierno, en el que Pablo
Iglesias y Podemos participaban para obligar al PSOE a hacer políticas de
izquierdas, ha hecho justamente lo contrario de lo que predicaba en todos los
terrenos.
Obviamente, el PSOE ha incumplido todos y
cada uno de los acuerdos que firmó con UP, pero UP ha aceptado esta dinámica
condenándose progresivamente a la impotencia y ahora a su posible irrelevancia.
Más allá de los discursos y las quejas verbales, los ministros y ministras, y
los diputados y diputadas de UP han terminado por aceptar y ser cómplices de
cada una de las decisiones adoptadas en el Gobierno.
Para entender esto, para entender la
enorme frustración y rabia que recorre a la clase obrera, únicamente hay que
acudir a los últimos informes de Caritas, donde se denuncia el enorme
crecimiento de la pobreza y la desigualdad en el Estado español durante los
últimos cuatro años, con un 31,5% de familias viviendo en “una asfixia
económica permanente”. Una desigualdad que al mismo tiempo ha sido el dorado de
la patronal y los grandes empresarios, cuyas ganancias alcanzan mes a mes
nuevos récords. Mientras el margen empresarial ha crecido entre 2021 y 2022 un
58%, la remuneración por asalariado apenas lo ha hecho un 3,4%. Pero para el
secretario general del PCE, Enrique Santiago, parece que esto merece el elogio:
“nunca ha habido una transferencia de recursos del Estado tan grande a las
empresas privadas como la que ha llevado adelante este Gobierno" señaló
hace unos meses. Coincidimos. Es cierto. Y si es así, ¿por qué se extrañan de
haya una creciente desafección de la clase obrera con este Gobierno? ¿Es que
acaso no tiene esto un peso decisivo?
La realidad que vive día a día la clase
obrera no es la que cuentan en sus mítines Ada Colau, Yolanda Díaz, Pablo
Iglesias, Alberto Garzón, Mónica García o Irene Montero, sino la de la
precariedad laboral y los salarios de miseria. La cotidianidad que sufrimos es
la de una sanidad y educación públicas devastadas no solo en Madrid sino en
Catalunya, Asturias, Canarias o Valencia… Millones padecemos las consecuencias
prácticas de la no derogación de la reforma laboral, sufrimos la represión
policial que ampara la Ley Mordaza del PP, que tampoco ha sido derogada. Vemos
con asombro que un Gobierno de “izquierdas” se humille ante Washington y el
imperialismo otanista, envíe armas a un Gobierno nazi como el de Zelenski,
decida abandonar vergonzosamente al pueblo Saharaui, o mantenga una política
racista en materia de inmigración que lleva a perpetrar una masacre como la de
Melilla y luego a justificarla y encubrirla.
Obviamente, el PSOE ha incumplido todos y cada uno de los acuerdos que firmó con UP, pero UP ha aceptado esta dinámica condenándose progresivamente a la impotencia y ahora a su posible irrelevancia.
¿Acaso se creen los dirigentes de Podemos
que somos niños a los que se puede camelar con bonitas palabras? La Ley de
Vivienda que han esgrimido como un gran logro es un fraude colosal, como han
denunciado la PAH y el Sindicato de Inquilinas, y es papel mojado en un
contexto donde los precios de los alquileres siguen disparados. Lo mismo
sucede con ese engendro del que nadie habla ya, el Ingreso Mínimo Vital, un
montaje incapaz de enfrentar la pobreza y la marginalidad que ha sido un
rotundo fiasco. O la gestión de Alberto Garzón al frente del Ministerio de
Consumo, incapaz de hacer nada por combatir y movilizar contra la escalada de
precios de los alimentos y productos básicos que imponen los monopolios
agroalimentarios con el beneplácito del Gobierno ¡Porque así es el libre
mercado! O los elogios a la política de pacto social con la patronal de los
dirigentes de CCOO y UGT, sobre la que se ha levantado una arquitectura de
retrocesos en derechos laborales y salarios, y que ha servido para empoderar a
los empresarios y llenarles los bolsillos. Podíamos seguir, la lista en inmensa.
La apuesta, en los hechos, de la izquierda
gubernamental y de los dirigentes de CCOO y UGT manda un mensaje muy claro:
¡Nada de lucha colectiva, nada de combatir en las calles, nada de organizarse!
¡Búscate la vida y trata de sobrevivir! Con este mensaje, que le viene como
anillo al dedo a la derecha ayusista y a Vox, es inevitable que la clase obrera
se desmovilice, como hemos visto en los barrios obreros de las grandes ciudades
como Madrid o Barcelona, con caídas de la participación de hasta 8 puntos en Puente
de Vallecas y 6 puntos en Nou Barris.
El discurso del Gobierno, de Podemos y de
la izquierda parlamentaria se ha convertido en un mar de propaganda y de
mentiras, ¡sí, hay que decirlo!, desconectado de la realidad de millones de
familias obreras.
Esta es la política fracasada que está
detrás de la humillante derrota sufrida, y de la grave crisis existencial que
sacude a Podemos.
Como señalamos en declaraciones anteriores,
la campaña de los medios de comunicación capitalistas a favor de Sumar tenía un
claro objetivo: ayudar a enterrar definitivamente a Podemos, y sobre todo,
enterrar lo que representó: el 15-M, la lucha en las calles, la determinación
de millones para acabar con el régimen del 78 y con el capitalismo. Pero hay
que decir honestamente que en esta tarea, los dirigentes de Podemos se bastan
ellos solos. Sus errores estratégicos, su cretinismo parlamentario, su abandono
del marxismo y de la lucha de clases, su mimetización con la socialdemocracia,
su afán por convertir el partido en una mera maquinaria electoral, todo ello,
está detrás del desastre actual.
Es duro decirlo, pero es la verdad. Ahora
habrá acuerdo sí, burocrático, por arriba, y Podemos tendrá que aceptar lo que
le toque. Una unidad para sobrevivir, no para luchar, rectificar y levantar una
alternativa de combate.
La culpa la tiene la falta de unidad y,
por supuesto, el poder mediático. Pero la campaña de hostigamiento de los
medios de comunicación del gran capital contra Podemos fue brutal desde el
principio, y eso no impidió que en 2015 obtuvieran unos resultados
extraordinarios, sobrepasando junto a IU al PSOE y ganando los Ayuntamientos de
las principales ciudades de todo el Estado, incluida Madrid y Barcelona. Unos
“Ayuntamientos del cambio” recordemos, que llegaron a gobernar la vida
municipal de casi diez millones de personas.
De nuevo Pablo Iglesias, unos de los
máximos responsables ideológicos de esta debacle, evita asumir cualquier
responsabilidad. Ninguna autocrítica, ningún balance serio sobre su presencia
en el Gobierno, y ninguna mención a recuperar la lucha, a volver a llenar las
calles, a organizar una resistencia seria desde abajo contra la amenaza de la
reacción y la ultraderecha. Nos tiene acostumbrados. Lo hizo en la noche
electoral del 4 de mayo de 2021 cuando decidió abandonar y nombró a dedo a
Yolanda Díaz. Puede seguir dando sus opiniones en la SER o en la BASE, pero la
derrota de Podemos es el fracaso de la política posibilista y cortoplacista de
Pablo Iglesias. Y decimos esto porque los amigos de verdad siempre dicen lo que
piensan honestamente.
(Continuará con la Parte 3 final).
(*)
EDITORIAL DEL PERIÓDICO “EL MILITANTE” NÚMERO 371 DE JUNIO DE 2023.
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