(Recomendable leer antes Parte 1 y 2) anteriores.
9.- El futuro de la religión.
10.- ¿Una vida alternativa?.
11.- La religión y la crisis del
capitalismo.
12.- El desarrollo humano ha tomado una
línea descendente.
13.- La humanidad alienada de si misma.
14.- ¡Por un paraíso en este mundo! (*)
¿Cuál será el futuro de la religión? Sobre esta cuestión, desde luego,
habrá una profunda diferencia de opinión entre los marxistas, los cristianos y
demás religiones. Naturalmente, no es posible mirar al futuro a través de una
bola de cristal, pero si se puede decir lo siguiente. Aunque desde un punto de
vista filosófico el marxismo es incompatible con la religión, sobra decir que
nos oponemos a cualquier intento de prohibir o reprimir la religión. Luchamos
por la libertad completa del individuo a tener su propio creencia religiosa o
ninguna.
Lo que debemos decir es que debe haber una separación radical entre la
iglesia y el estado. Las iglesias no deben ser apoyadas directa o
indirectamente por los impuestos, ni tampoco se debe enseñar en las escuelas la
religión. Si la gente quiere religión, ésta se debe aprender exclusivamente en
las iglesias a través de las contribuciones de la congregación y predicar sus
doctrinas en su propio espacio. Las mismas observaciones son buenas para el
Islam o cualquier otra religión.
Por lo que a nosotros respecta el diálogo sobre la religión continuará,
pero esto no debe oscurecer el problema fundamental de nuestra época. Nuestra
principal tarea es unir en la lucha a todos aquellos que desean poner fin a la
dictadura del Capital que mantiene a la raza humana en una situación de
esclavitud. El socialismo permitirá el libre desarrollo de los seres humanos,
sin la restricción de las necesidades materiales.
Durante siglos, la religión organizada ha sido utilizada por los
explotadores para engañar y esclavizar a las masas. Periódicamente, han
estallado rebeliones contra esta situación. Desde la Edad Media hasta el día de
hoy, se han levantado voces de protesta contra la subordinación de la iglesia a
los ricos y poderosos. Vemos también esto en la actualidad. El sufrimiento de
los trabajadores y campesinos, el martirio de la raza humana bajo el infame
despotismo del Capital, está provocando indignación entre amplias capas de la población.
Muchos de ellos no están al corriente de la filosofía del marxismo, pero desean
luchar contra la injusticia y la explotación. Entre estos hay muchos cristianos
honestos e incluso sacerdotes de los escalafones más bajos, que diariamente
presencian los sufrimientos de las masas.
La TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN es una expresión del fermento revolucionario en América Latina. Las órdenes
más bajas del sacerdocio están horrorizadas por el sufrimiento de las
masas oprimidas y han dado el paso de luchar por una vida mejor. La jerarquía
eclesiástica, con sus cientos de años ha desarrollado una relación cómoda con
los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, y combaten esta
nueva tendencia o la toleran de mala gana. Así la lucha de clases ha penetrado
en las filas de la propia Iglesia católica romana.
Lo mismo ocurre entre los musulmanes, las ideas del marxismo han comenzado
a encontrar eco. Cuando las masas oprimidas de Oriente Medio, Irán, Indonesia,
comiencen a entrar en acción para mejorar sus vidas, buscarán un programa de
lucha para derrocar a sus opresores.
Es necesario derrocar el capitalismo, el latifundismo y el imperialismo.
Sin eso, no hay salida posible. El único programa que puede asegurar la
victoria de esta lucha es el marxismo revolucionario. La colaboración
fructífera ente los marxistas y los cristianos, musulmanes, hindúes, budistas,
judíos y seguidores de otras religiones en la lucha para transformar la
sociedad es absolutamente posible y necesaria, a pesar de las diferencias filosóficas
que nos separan. Los cristianos honestos se sienten profundamente ofendidos por
la terrible opresión sufrida por la mayoría de la raza humana.
Como dijimos anteriormente, Camilo Torres, antiguo sacerdote colombiano,
dijo una vez: “He colgado el hábito de sacerdote para convertirme en un
verdadero sacerdote. El deber de todo católico es ser un revolucionario; el
deber de todo revolucionario es llevar adelante la revolución. El católico que
no es un revolucionario vive en pecado mortal”.
Estos son los verdaderos sucesores de aquellos primeros cristianos
revolucionarios que lucharon por la causa de los pobres sobre la tierra, los
pecadores y los oprimidos, y que no temían dar su vida en la lucha contra la
opresión. Son los mártires modernos y todo aquel que quiera la causa de la
libertad y la justicia debe guardar su memoria. Entre 1968 y 1978, más de 850
sacerdotes, religiosas y obispos fueron arrestados, torturados y asesinados en
América Latina. El jesuita salvadoreño, Rutilio Grande, antes de ser asesinado
dijo: “Hoy en día, es peligroso [...] y prácticamente ilegal ser un auténtica
cristiano en América Latina”. Lo importante es la palabra ´”auténtico”.
10.- ¿Una vida alternativa?
Aunque en los últimos años la religión organizada ha perdido terreno, las
ideas religiosas han resurgido en un conjunto de sectas y cultos
desconcertantes, algunos ofrecen un “estilo de vida alternativo”. Algunas veces
reflejando la creciente insatisfacción entre una capa de jóvenes con el sistema
capitalista, su perspectiva de la vida inhumana y desalmada, la vana
comercialización de todos los aspectos de la existencia, el crudo materialismo,
el deterioro del medio ambiente, etc., puede representar el primer paso hacia
la conciencia. Pero después empieza el problema. No basta con rechazar el
capitalismo. Es necesario dar pasos concretos para abolirlo.
La característica común de todos estos movimientos “alternativos” ―Nueva
Era, etc., ― es que se basan en una salvación individual. Por este camino, no
hay salida posible. Y en última instancia, tampoco esto es una alternativa. El
capitalismo puede vivir felizmente con un puñado de personas que han decidido
“retirarse”. Esto no representa una amenaza, porque los dueños del poder
continúan controlando la vida de la sociedad como antes.
Incluso aquellos que profesan la “retirada” encontrarán en la práctica que
no hay retirada. Están obligados a utilizar el dinero, comprar los productos
básicos para la vida en las tiendas, llenar los depósitos de sus camionetas en
las gasolineras, donde comprarán los productos de las grandes compañías
petroleros que contaminan el medio ambiente, serán desviados de un área a otra
por la policía, como el resto de nosotros.
La idea de que es posible apartarse de la sociedad y la política es una
ilusión. ¡Intentadlo! Y encontrareis que un día la política estará en vuestra
casa y llamará al timbre de vuestra puerta (si no echa primero la puerta
abajo).
El intento de encontrar una solución individual es esencialmente
reaccionario porque es la única forma de luchar contra el capitalismo y el
estado burgués para unir a la clase obrera y organizarla en un movimiento
revolucionario. Optar por esta u otra forma, te situará a merced del Capital y
ayudará a perpetuar el orden existente.
Para cubrir su desnudez, los predicadores de la Nueva Era se presentan con
valores espirituales especiales ―lo imaginan― que les puede situar al margen de
los mortales “normales” y situarles en una línea de comunicación directa con
cosas sobrenaturales que sobrepasan todo entendimiento. Se sienten superiores
al resto de la humanidad que no tiene la confidencia de estos grandes
misterios.
En realidad, estas ideas no son superiores al pensamiento de los mortales
normales, son muy inferiores. La primera ley para aquel que desee cambiar la
sociedad es comprenderla y vivir en ella. Al intentar volver la espalda a la
sociedad, lo único que consigues es convertirte en algo impotente frente al
orden existente, y renunciar eternamente, sin esperanza, irrevocablemente, a
toda posibilidad de cambiarla. Por este camino no hay alternativa, sólo más de
lo mismo, para siempre.
11.- La Religión y Crisis del
capitalismo.
La religión es lo que los marxistas llamarían falsa conciencia, por que
dirige nuestro entendimiento fuera del mundo real, sobre el que no podemos
saber nada y del que es inútil incluso hacer preguntas. Toda la historia de la
ciencia parte de dos presunciones fundamentales: a) el mundo existe fuera de mí
mismo y b) puedo comprender este mundo, e incluso aunque hay cosas que en la
actualidad no puedo saber, al menos seré capaz de conocerlas en el futuro.
Para establecer un límite más allá del conocimiento humano necesita
traspasar y abrir la puerta a todo el misticismo y la religión. Durante más de
2.000 años, la humanidad ha estado luchando para adquirir conocimiento de
nosotros mismos y del mundo en que vivimos. Durante todo ese tiempo, la
religión ha sido la enemiga del progreso científico, y no es una casualidad. En
la medida que el pensamiento científico nos ha permitido comprender cosas que
en el pasado parecían “misterios”, la religión ha sido empujada para atrás y
ahora se encuentra en la parte trasera intentando salvarse a sí misma.
En la lucha de la ciencia contra la religión, es decir, la lucha del
pensamiento racional contra la irracionalidad, el marxismo se ha puesto con
entusiasmo del lado de la ciencia.
Pero hay más. El objetivo al adquirir un pensamiento racional del mundo es
cambiarlo. El significado de toda la historia humana de los últimos 100.000
años ―y más― es la lucha sin fin de la humanidad por ganar la batalla a la
naturaleza, controlar su propio destino y así convertirse en seres libres.
Las raíces de la religión están en el pasado lejano, cuando los humanos
luchaban para librarse del mundo animal de donde procedemos. Para encontrar
sentido a los fenómenos naturales que están más allá de nuestro control, los
humanos tenían que recurrir a la magia y el animismo―las primeras formas de
religión―. En su día, esto representó un paso adelante en la conciencia humana.
Este estadio infantil de la conciencia debería haber desaparecido hace
tiempo, pero la mente humana es infinitamente conservadora y guarda conceptos y
prejuicios que hace tiempo han perdido su razón de ser.
En la sociedad de clases, el concepto de “amor al prójimo” es una vacua
declaración. La economía de mercado, con su moralidad servil hace de esta
aspiración una proposición imposible. Para cambiar la conducta y la psicología
de hombres y mujeres es necesario, en primer lugar, cambiar la forma en que
viven. En palabras de Marx, “el ser social determina la conciencia”. Todo el
mundo está dominado por un puñado de gigantescos monopolios que saquean el
planeta, lo deterioran, destruyen el medio ambiente y condenan a millones de
personas a una vida de miseria y sufrimiento.
Las damas y caballeros que se sientan en los consejos de dirección de estas
multinacionales en su mayoría son cristianos practicantes, en un número menor,
judíos, musulmanes, hindús u otros credos. Sin embargo, la verdadera religión
del capitalismo no es ninguna de estas.
Es el culto a Mammon, el dios de la riqueza. El capitalismo da la vuelta a
las relaciones humanas. De una forma retorcida y distorsionada convierten al
hombre en un ser que “vale un millón de dólares”, como si habláramos de una
mercancía. La televisión habla de la bolsa, el mercado, el dólar y la libra
como si fueran seres vivientes (“la libra está hoy un poco mejor”). Esto es la
alienación: cosas muertas (Capital) que parecen vivas y cosas vivas (personas,
trabajo) que parecen muertes, triviales y sin sentido.
12.- El desarrollo humano ha tomado una línea descendente.
La capa de la cultura moderna y la civilización fabricada durante
miles de años todavía es muy delgada. Más abajo residen todos los elementos del
barbarismo. Si alguien tiene dudas, estudiemos la historia de la Alemania nazi,
o los recientes acontecimientos…/…. En su período ascendente, la burguesía
abrazó el racionalismo, incluso el ateísmo. Ahora, en el período de decadencia
capitalista, aparecen por todas partes tendencias a la irracionalidad ―incluso
en los estados “cultos” más avanzados―. Si la clase obrera no consigue cambiar
la sociedad, todas las conquistas del pasado estarán amenazadas, y el futuro de
la civilización humana no estará garantizado.
La devastación infringida por el capitalismo en todo el mundo ha producido
numerosas monstruosidades. En su período de declive senil, también hemos visto
el ascenso de tendencias místicas y religiosas retrógradas. El papel
reaccionario de la religión se puede ver hoy en todo el mundo, desde Afganistán
a Irlanda del Norte. En todas las partes vemos el monstruo del fundamentalismo:
no sólo el fundamentalismo islámico, también el cristiano, judío e hindú. El
mensaje de amor fraternal y esperanza se ha convertido en desesperación, odio y
matanza. Por este camino, nada es posible excepto el barbarismo y la extinción
de la cultura y civilización humanas.
La causa de estos horrores no es la religión por sí misma, como podía
intentar defender un observador superficial, sino los crímenes del capitalismo
y el imperialismo, que devasta países enteros y comunidades y destruye el
tejido social y la familia sin poner nada en su lugar.
Ante el temor al futuro y la desesperación por el presente, la gente busca
consuelo en las llamadas “verdades eternas” de un pasado no existente. El
ascenso del llamado fundamentalismo religioso es sólo una expresión concreta
del callejón sin salida de la sociedad, que lleva a las personas a la
desesperación y la locura. Pero, como vemos en Irán y Afganistán, las promesas
de un cielo religioso sobre la tierra es un sueño vacío que sólo lleva a una
pesadilla.
La religión no puede explicar nada de lo que está ocurriendo hoy en el
mundo. Su papel no es explicar, sino consolar a las masas con sueños y untarles
con el bálsamo de una falsa promesa. Pero uno siempre se despierta del sueño, y
los efectos del bálsamo, más dulce, pronto desaparecen. La condición previa
para ganar nuestra libertad como seres humanos es la ruptura radical con los
sueños, y ver el mundo y a nosotros mismos tal como somos: mortales, luchando
por una existencia de seres humanos sobre esta tierra.
13.- La humanidad alienada de si misma.
Desde tiempos inmemoriales, los hombres (y también muchas mujeres) han sido
educados en un espíritu de servilismo. Incluso hemos llegado a pensar que somos
débiles, impotentes, que no importa lo que hagamos, no hay diferencia, pues el
“hombre propone y Dios dispone”.
La idea dominante es el fatalismo. Uno de los grandes problemas a los que
nos enfrentamos, es que nada se puede hacer. Este sentido de aceptar de una
forma fatalista, de adorar servilmente todo lo establecido, están inmersa en
todas las religiones. Al cristiano se le aconseja que si alguien le golpea,
debería poner la otra mejilla. La palabra islam es “sumisión”, y los profetas
del Antiguo Testamento nos aseguran que “todo es vanidad”.
Aparte de este sentido de impotencia está la necesidad de un ser superior
que es todo lo que nosotros no somos. El hombre es mortal; Dios es inmortal. El
hombre es débil; Dios es fuerte. El hombre es ignorante ante los misterios del
universo; Dios lo sabe todo. La fe de los seres humanos debe buscar en los
cielos la salvación y así surge la creencia en milagros.
Pero esto no sólo se limita a las clases menos cultas. Se encuentran
supersticiones similares en la mente de analistas económicos y corredores de
bolsa, que simplemente se sitúan a un nivel más elevado de la mentalidad del
jugador que lleva un rabo de conejo en una mano y con la otra lanza los dados.
En la Biblia, el hambriento comía, el ciego veía, el mudo hablaba... todo con
la intervención de milagros divinos. Hoy en día, no se requiere la intervención
de elementos sobrenaturales para conseguir estos milagros. Las conquistas de la
ciencia moderna y la tecnología, ya nos permite hacer todas estas cosas.
Son sólo las restricciones artificiales impuestas por la propiedad privada de
los medios de producción y la lucha por el máximo beneficio lo que impide la
extensión de estas ventajas a todos los hombres, mujeres y niños sobre el
planeta.
Cuando hombres y mujeres sean capaces de controlar su vida y desarrollarse
como seres humanos libres, los marxistas creen que el interés de la religión
―la búsqueda de consuelo en otra vida― caerá por sí mismo. Mientras tanto, los
desacuerdos en estas cuestiones no deben impedir a todos los cristianos, hindús,
judíos o musulmanes honestos que deseen participar en la lucha contra la
injusticia unan sus manos a las de los marxistas en la lucha por un mundo nuevo
y mejor.
14.- ¡Por un paraíso en este mundo!
“Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar
tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo
un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en
consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad
no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud... Esta fe en
el hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna
religión puede otorgar”. (Trotsky. Escritos. Bogotá. Editorial Pluma. 1976.
Tomo XI. Vo. 1. pp. 216-7).
En su libro la Metafísica, Aristóteles hizo un comentario profundo y
maravilloso, cuando dijo que el hombre comienza a filosofar cuando sus
necesidades de vivir están satisfechas. Al eliminar la antigua dependencia
degradante de hombres y mujeres de las cosas materiales, el socialismo
establecerá las bases para un cambio radical en la forma de pensar y actuar.
Trotsky adelantó lo que podría ocurrir en una sociedad sin clases:
“(…)Bajo el socialismo la solidaridad será la base de la sociedad. Todas
las emociones que nosotros los revolucionarios, en la actualidad, sentimos
aprensión de mencionar, que han estado llenas de hipocresía y vulgaridad, como
es la amistad desinteresada, el amor por el prójimo, la simpatía, será el
poderoso coro de la poesía socialista”. (Trotsky. Literatura y revolución. P.
60. En la edición inglesa).
Las cadenas de la opresión de clase y la esclavitud no son sólo materiales
sino psicológicas y espirituales. Costará tiempo, incluso después de la
abolición del capitalismo, para eliminar las cicatrices morales de esta
esclavitud. Hombres y mujeres que han sido formados durante toda su vida en un
espíritu servil no emanciparán su mente y alma inmediatamente de todos sus
prejuicios. Pero una vez las condicione materiales y sociales estén dadas para
permitir a hombres y mujeres entrar en una relación verdaderamente humana, su
conducta y forma de pensar se transformará de la misma forma. Cuando ese día
llegue, la gente no necesitará el policía ―sea material o espiritual―
Los antiguos sofistas griegos, que realmente eran filósofos perspicaces,
mantenían que el “hombre es la medida de todas las cosas”. En una sociedad sin
clases, este sería realmente el caso. Pero donde hombres y mujeres controlan su
vida y destino de una forma consciente, ¿qué espacio queda para lo
sobrenatural? En lugar de desear una vida imaginaria más allá de la tumba, la
gente concentrará su energía en hacer esta vida tan maravillosa y plena como
pueda ser. Este es el significado del socialismo: hacer realidad lo que siempre
fue potencial.
En su forma más elevada de la sociedad humana, hombres y mujeres alcanzarán
su verdadera talla. Limpiarán nuestro mundo de toda pobreza, odio e injusticia.
Recuperarán el planeta, sus ríos, mares y cascadas, serán puras de
nuevo, y toda la maravillosa diversidad de la vida será protegida y cuidada.
Las ciudades atascadas y contaminadas dejarán de existir y reconstruidas
con toda la creatividad artística humana respetando el medio ambiente. Las
profundidades de los océanos se explorarán y descubriremos sus secretos
pasados. Y por último, pero no menos importante, tocaremos el cielo con la mano
―no en una oración―, sino en naves especiales que llevarán a la humanidad a los
confines lejanos de nuestra galaxia y quizá más allá. Cuando hombres y mujeres
disfruten de esta visión ilimitada del progreso humano, que podemos conseguir
con nuestros propios esfuerzos y recursos, sin la ayuda de espíritus, ¿qué
lugar quedará para la religión?
En la Biblia se pueden encontrar palabras de gran sabiduría, como en los
Corintios, donde podemos leer: “Cuando era un niño hablaba como un niño,
comprendía como un niño, pensaba como un niño. Cuando me convertí en hombre
dejé a un lado las cosas pueriles”.
Ocurre lo mismo con la evolución de nuestra especie. Cuando la raza humana
realice definitivamente su destino y sea capaz de ponerse sobre los dos pies y
vivir la vida plenamente, ya no será necesario el apoyo de la religión, un ser
sobrenatural a quién rezar o el falso consuelo de una vida en otro mundo.
Cuando llegue ese momento, la humanidad dejará la religión con la misma
facilidad que cuando las personas crecen dejan de lado los cuentos de hadas que
amaban cuando eran niños y habrán superado su necesidad”.
(*) Fuente: Extractos del libro “Marxismo y Religión”.
(*) Editado por la Fundación de Estudios
Socialistas “Federico Engels”.
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