6.- La Iglesia y el socialismo. (*)
7.- La Iglesia en la actualidad.
Recomendable leer antes la parte 1) de ayer.
El sector de izquierdas representaba una tendencia claramente comunista,
como era el caso de Thomas Müntzer y los anabaptistas en Alemania. Müntzer, un
antiguo luterano, rompió con Lutero y animó a los campesinos a levantarse
contra el orden existente.
A pesar de sus actividades revolucionarias Lutero era hostil al movimiento
revolucionario de los campesinos alemanes, aunque sus enseñanzas les habían
inspirado para entrar en acción.
Lutero animó a la aristocracia a aplastar violentamente el movimiento y se
hizo. Los príncipes ‘cristianos’ asesinaron a casi 100.000 campesinos. Sólo en
Sajonia asesinaron a cinco mil hombres. Liberaron aproximadamente a trescientos
sólo después de que sus mujeres aceptaran dar una paliza a dos sacerdotes
acusados de fomentar la rebelión. El propio Müntzer fue torturado y degollado.
Las actividades de la sagrada Inquisición ―la gestapo de la contrarreforma―
es bien conocida y no merece más comentarios. En los Países Bajos ocupados por
los españoles era un crimen capital tener la Biblia en casa.
Los acusados de herejías eran quemados vivos, aunque si confesaban y se
arrepentían, la Inquisición mostraba misericordia: los decapitaba y a las
mujeres se las quemaba vivas.
Menos conocidas son las actividades de los protestantes para sofocar la
disidencia, Calvino ―que creó una dictadura teocrática en Génova―, quemó vivo a
Miguel Servet cuando estaba a punto de descubrir la circulación sanguínea.
Servet pidió misericordia ―no por su vida― sino porque quería ser decapitado.
La petición fue denegada y estuvo en la hoguera durante hora y media.(…)
El surgimiento del movimiento obrero moderno en la última década del siglo
XIX y el período previo a la Primera Guerra Mundial fueron para el
establishment religioso todo un desafío. Sin excepción, la iglesia se situó de
parte de los explotadores frente al socialismo y al movimiento obrero.
Para evitar la extensión de las ideas socialistas entre la clase obrera, la
Iglesia católica se dispuso a dividir el movimiento obrero con la creación de
sindicatos católicos separados, y organizaciones de jóvenes y mujeres para
competir directamente con la socialdemocracia. La realidad es que la Iglesia
copió los métodos organizativos de la socialdemocracia.
La jerarquía eclesiástica ―siempre tan atenta con los ricos y los
poderosos― miraban al socialismo y al movimiento obrero con sospecha y
hostilidad. El Papa León XIII en su Encíclica Rerum Novarum (sobre la
“condición” de los obreros) subrayaba la hostilidad del Vaticano hacia el
socialismo.
“Los socialistas después de excitar en los pobres el odio a los ricos,
pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la
colectiva, en la que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a
su conservación y distribución los que rigen el municipio o tienen el gobierno
general del Estado. Pasados así los bienes de manos de los particulares a las
de la comunidad y repartidos, por igual, los bienes y sus productos, entre
todos los ciudadanos, creen ellos que pueden curar radicalmente el mal hoy día
existente... Si un hombre alquila a otro, su fuerza o su industria, él lo hace
para recibir a cambio los medios de subsistencia, con la intención de adquirir
un derecho real, no simplemente su salario, pero también para liberarse de él.
Invertiría este salario en tierra y eso es sólo su salario de otra forma”...
“Precisamente en esto consiste, como fácilmente entienden todos, el dominio
de los bienes, muebles o inmuebles. Por lo tanto, al hacer común toda propiedad
particular, los socialistas empeoran la condición de los obreros porque, al
quitarles la libertad de emplear sus salarios como quisiera, por ello mismo les
quitan el derecho y hasta la esperanza de aumentar el patrimonio doméstico y de
mejorar con sus utilidades su propio estado. Los socialistas... atacan la
libertad de cada asalariado, para privarles de la libertad de disponer de sus
salarios. Cada hombre tiene, por la ley de la naturaleza, el derecho a poseer
propiedad para sí mismo”...
“Debe ser dentro de este derecho de sus propias cosas, no simplemente para
el uso del momento, no simplemente las cosas que perecen con su uso, sino tales
cosas cuya utilidad es permanente y estable.
... “Siendo el hombre anterior al estado, recibió aquél de la naturaleza el
derecho de proveer a sí mismo, aun antes de que se constituyese la sociedad...
Cuando en preparar estos bienes materiales emplea el hombre la actividad de su
inteligencia y las fuerzas de su cuerpo, por ello mismo se aplica a sí mismo
aquella parte de la naturaleza material que cultivó y en la que dejó impresa
como una figura de su propia persona: y así justamente el hombre puede
reclamarla como suya, sin que en modo alguno pueda nadie violentar su
derecho...”
El papa León XIII también escribía: “La democracia cristiana, por el mismo
hecho de ser cristiana, se debe basar en los principios de la fe divina(..) Por
eso la justicia de la democracia cristiana es sagrada. El derecho de adquirir y
poseer propiedades no se pude contradecir y se deben salvaguardar las distintas
distinciones y grados que son indispensables en cada mancomunidad bien
ordenada. Es evidente, por lo tanto, que no hay nada en común entre la
socialdemocracia y la democracia cristiana. Ambas difieren entre sí como la
secta del socialismo difiere de la Iglesia de Cristo”.(…)
El 21 de septiembre de 1958 el papa Pío XII escribía: “La multiplicidad de
clases sociales se corresponde plenamente con los designios del creador”. Esto
es como decir que la Iglesia considera la sociedad de clases fija, eterna y de
origen divino. Sólo hay que compararla con las palabras de San Clemente (citada
anteriormente) cuando escribía: “El uso de todas las cosas que se encuentran en
este mundo debería ser común para todos los hombres. Sólo la injusticia
[iniquidad] manifiesta hace que uno diga al otro, ‘esto me pertenece más que a
ti’. De aquí el origen de la discusión entre los hombres”.
La postura de Pío XII es la misma que el antiguo himno anglicano. Todas las
cosas brillantes y maravillosas, que contiene las líneas bien conocidas:
“El rico en su castillo, el pobre en su barrera: Él [Dios] hizo lo superior y
lo humilde y ordenó su Estado”.
Esto es absolutamente típico de la actitud de la iglesia durante siglos:
una defensa abierta del status quo y de la división de la sociedad en clases.
Posteriormente, como resultado del crecimiento del movimiento obrero y el
irresistible movimiento en dirección al socialismo, la Iglesia católica se ha
visto obligada a modificar su postura. El papa Juan XXIII ―el más inteligente
de los papas del siglo XX― asumió una postura más progresista. Pero bajo el
pontificado actual todo esto se ha convertido en su contrario.
7.- La Iglesia en la actualidad.
“¿No se considera correcto apelar a los juzgados cuando alguien te ha
estafado? Pero el apóstol considera que es un error. ¿Ofreces tu mejilla
derecha cuando te golpean la izquierda o respondes al ataque? El Evangelio lo prohíbe [...] ¿Acaso la
mayoría de los procedimientos judiciales y la ley no están relacionados con la
propiedad? Pero decís que vuestro tesoro no es de este mundo”. (Marx y
Engels. On religion. p. 35).
Las actividades de la Iglesia en la sociedad moderna se basan en
contradicciones manifiestas y en la hipocresía. Las tradiciones revolucionarias
de los primeros cristianos no guardan absolutamente ninguna relación con la
situación actual. Desde el siglo IV a.C, cuando el movimiento cristiano fue
secuestrado por el estado y se convirtió en un instrumento de los opresores, la
Iglesia cristiana ha estado de parte de los ricos y poderosos contra los
pobres. Hoy las principales iglesias son instituciones muy ricas, tanto en los
países musulmanes como en los cristianos.
En España la Iglesia católica, además de su enorme riqueza en tierras,
edificios y cuentas bancarias, recibe regularmente subvenciones del estado con
los impuestos pagados por todos los ciudadanos, independientemente de si son
religiosos o no, aunque al pueblo español nunca se le haya consultado sobre
esta medida.
Lo mismo ocurre en otros países donde la Iglesia ha alcanzado un acuerdo
con el estado. La religión es una violación intolerable de la democracia. Y
aunque ahora los contribuyentes españoles pueden elegir si donan su dinero a la
iglesia o no, el hecho es que todavía ésta mantiene una situación privilegiada
a la hora de acceder a los fondos públicos.
En la Edad Media la Iglesia católica declaró la usura (el préstamo de
dinero con interés) pecado mortal; ahora el Vaticano posee su propio banco y
una enorme riqueza y poder. La iglesia en Inglaterra, aparte de numerosos
intereses empresariales, es uno de las mayores terratenientes de Gran Bretaña.
Sería fácil demostrar que ocurre lo mismo en todas partes. No es un fenómeno limitado
a la religión cristiana. El Corán también prohibía la usura y en todos los
llamados países islámicos se pueden ver grandes bancos que son propiedad de los
musulmanes. Recurren a todo tipo de trucos para ocultar esto aunque el tipo de
interés exprime a la población de la misma forma.
Políticamente las iglesias han respaldado sistemáticamente a la reacción.
En los años treinta los obispos católicos bendecían al ejército de Franco en su
campaña para aplastar a los trabajadores y campesinos españoles. La prensa
fascista española publicaba frecuentemente fotos de prelados con el saludo
fascista.
El Papa Pío XIII apoyó a Hitler y Mussolini. El Papa guardó silencio sobre
los millones que fueron exterminados en los campos nazis, y aunque oficialmente
el Vaticano se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, en realidad
sus simpatías pro-nazis están bien documentadas por G. Lewy:
“Desde el principio hasta el final del gobierno de Hitler, los obispos no
se cansaron nunca de aconsejar al fiel que aceptara su gobierno como la
autoridad legítima a quién se debía rendir obediencia [...] Después del intento
de asesinato fallido contra Hitler en Munich el 8 de noviembre de 1939, el
cardenal Bertram, en nombre del episcopado alemán, y el cardenal Faulhaber de
los obispos bávaros, enviaron telegramas de felicitación a Hitler. La prensa
católica de toda Alemania, en respuesta a las instrucciones del
Reichspresskammer, hablaba de la milagrosa providencia que había protegido al
Führer”. (G. Lewy. The
catholic Church and Nazi Germany, NY. 1965, p. 310-311).
“En los dos puntos importantes los documentos alemanes muestran una
similitud impresionante. Por un lado, la predilección que sentía el soberano
pontificio por Alemania no parecía haber disminuido debido a la naturaleza del
régimen nazi y éste no fue repudiado hasta 1944; por otro lado, Pío XII lo que
más temía era la bolchevización de Europa y esperaba que si la Alemania de
Hitler se reconciliaba con los aliados occidentales, entonces todos se
convertirían en una muralla frente al avance de la Unión Soviética hacia
occidente”. (Saul Freidhandler. Pío XII y el Tercer Reich. La documentación.
NY. 1958. p. 236. El subrayado es mío).
En la historia de las ideas la iglesia siempre ha jugado el papel más
reaccionario. Galileo Galilei tuvo que retractarse de sus ideas ante las
amenazas de la Santa Inquisición. Giordano Bruno fue quemado en la hoguera.
Charles Darwin fue acosado sin piedad por el establishment religioso en
Inglaterra al atreverse a desafiar la idea de que Dios creó el mundo en seis
días.
En la actualidad la teoría de la evolución también recibe los ataques de la
derecha religiosa de EEUU. La derecha religiosa en EEUU es un movimiento bien
financiado que predica las causas reaccionarias. Hace unos años, Nelson Bunker
Hunt, el magnate del petróleo de Texas, donó “más de diez millones de dólares
de los 1.000 millones conseguidos por el Crusade Campus for Christ. La
Fundación Cristiana para la Libertad, un ‘lobby educativo’ creado por J. Howard
Pew ―fundador de Sun Oil Company― y otros empresarios que se adhieren al
sistema de libre empresa”. Hay otros muchos ejemplos que demuestran la estrecha
relación que existe entre la derecha religiosa y las grandes empresas. Estos
ricos empresarios no invierten estas cantidades de dinero para nada. La
religión es utilizada como un arma de la reacción.
En el movimiento creacionista en EEUU participan millones de personas y
está ―increíblemente― encabezado por científicos, entre ellos algunos
genetistas. Esta es una expresión gráfica de las consecuencias intelectuales de
la decadencia del capitalismo. Es un ejemplo contundente de la contradicción
dialéctica del retraso de la conciencia humana. En el país tecnológicamente más
avanzado del mundo, la mente de millones de hombres y mujeres está hundida en
el barbarismo. Su nivel de conciencia no es mucho más elevado que el de los
hombres que sacrificaban a los prisioneros de guerra a los dioses, que se
postraban ante ídolos sepultados o quemaban brujas en la hoguera. Si este
movimiento triunfara, como dijo hace poco un científico, volveríamos a la Edad
Media.
En el terreno de la legislación social, y particularmente en los derechos
de la mujer, la Iglesia católica romana siempre ha jugado un papel
reaccionario. Todavía niega a la mujer el derecho a controlar su propio cuerpo,
niega el derecho al divorcio, a la contracepción y el aborto. El papa Karol
Wojtyla es su principal portavoz.
La persistente oposición de la iglesia a los métodos anticonceptivos
artificiales resulta sobre todo desastrosa en el SIDA. En 1999 una encuesta
entre católicos estadounidenses demostraba que el 80 por ciento de los legos y
el 50 por ciento de los sacerdotes estaban a favor de la contracepción, en otra
encuesta de la universidad de Maryland dos tercios de los católicos reconocían
que practicaban la objeción de conciencia con relación a las ideas del Papa y
hacían lo que les dictaba su conciencia. Se podrían citar cifras similares en
el resto de países desarrollados.
En el reino de la política el Papa es un portavoz reaccionario y un enemigo
del marxismo y el socialismo, ayudado por el poder del Opus Dei ―esa notoria
mafia católica cuyos tentáculos alcanzan cada rincón de la vida política
italiana, española o de otros países.
8.- Lenin y la religión.
Engels en su prefacio a La guerra civil en Francia decía que: “con relación
al estado la religión es un asunto puramente privado”. Lenin escribía en 1905:
“El Estado no debe tener nada que ver con la religión, las asociaciones
religiosas no deben estar vinculadas al Poder del Estado. Toda persona debe
tener plena libertad de profesar la religión que prefiera o de no reconocer
ninguna, es decir, de ser ateo, como lo es habitualmente todo socialista”.
(Lenin. Acerca de la religión. Moscú. Editorial Progreso. p. 6).
Sin embargo, con relación al partido, Lenin señalaba que Engels recomendaba
que el partido revolucionario debería luchar contra la religión: “El partido
del proletariado exige del Estado que declare la religión un asunto privado;
pero no considera, ni mucho menos, ‘asunto privado’ la lucha contra el opio del
pueblo, la lucha contra las supersticiones religiosas, etc., ¡Los oportunistas
tergiversan la cuestión como si el Partido Socialdemócrata considerase la
religión un asunto privado!” (Ibíd. pp. 25-26).
Y añadió que: “La raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es
la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total
frente a las fuerzas ciegas del capitalismo [...] Ningún folleto educativo será
capaz de desarraigar la religión entre las masas aplastadas por los trabajos
forzados del régimen capitalista, y que dependen de las fuerzas ciegas y
destructivas del capitalismo, mientras dichas masas no aprendan a luchar unidas
y organizadas, de modo sistemático y consciente, contra esa raíz de la religión
contra el dominio del capital en todas sus formas”. (Ibíd. pp. 21-22).
Los marxistas han hecho todo lo posible para implicar a todos los
trabajadores en la lucha contra el capitalismo, incluidos los que profesan una
religión. No debemos interponer barreras entre nosotros y estos trabajadores,
sino animarles a que participen activamente en la lucha de clases.
Como vimos en 1905, la clase obrera rusa entró en la escena de la historia
con un sacerdote a la cabeza, portando en sus manos iconos religiosos y una
petición al zar ―al “padrecito de todos los rusos”―. Desconfiaban de los
revolucionarios e incluso en algunas ocasiones les dieron una paliza. Pero todo
eso cambió en veinticuatro horas después de la masacre del 9 de enero. Los
mismos trabajadores, en la noche del nueve, se convirtieron en revolucionarios
y exigieron armas. Así es como la conciencia puede cambiar rápidamente ¡en el
fragor de los acontecimientos!
A propósito, el padre Gapon, que había organizado la petición y la
manifestación pacífica y que había trabajado para la policía zarista, se
transformó repentinamente después del domingo sangriento. Hizo un llamamiento a
los revolucionarios para derrocar al zar e incluso en un momento determinado
estuvo próximo a los bolcheviques. Lenin no le apartó sino que intentó ganarle
aunque Gapon siguió como religioso.
La posición flexible de Lenin se pudo comprobar cuando combatía la actitud
sectaria contra aquellos trabajadores que eran religiosos pero que participaban
en las huelgas. “En tal momento y en semejante situación [una huelga], el
predicador del ateismo sólo favorecería al cura y a los curas, quienes lo único
que desean es sustituir la división de los obreros en huelguistas y no huelguistas
por la división en creyentes y ateos”. (Ibíd. p. 24).
Aquí está el punto central de la cuestión. Luchamos por la unidad de las
organizaciones obreras por encima de todas las divisiones: religiosas,
nacionales, lingüísticas o raciales. Nuestra tarea es unir a todos los
oprimidos y explotados en un solo ejército contra la burguesía.
El ateísmo para los marxistas nunca ha sido una parte del programa del
partido. Este disparate siempre ha caracterizado al anarquismo. Con frecuencia
un trabajador que todavía es creyente se acerca al movimiento, convencido de su
programa general y entusiasmado con la lucha por el socialismo, pero no está
dispuesto a renunciar a la religión. ¿Qué actitud deberíamos tomar? Por
supuesto no lo echaremos. Este trabajador no desea unirse al movimiento para
ganar conversos a la religión, sino para luchar contra el capitalismo.
Probablemente, llegará un momento en que verá la contradicción entre su
política y sus creencias religiosas y poco a poco abandonará la religión. Pero
es una cuestión delicada y no hay que forzarla. Como explicó Lenin: “somos
enemigos incondicionales de la más mínima ofensa a sus creencias religiosas”.
(Ibíd. p. 24).
Es totalmente diferente cuando un intelectual de clase media busca
introducir confusión en la ideología del movimiento, como era el caso cuando
Lenin escribía sobre la religión. Un grupo de bolcheviques ultraizquierdistas
(Bogdanov, Luchacharsky, etc.,) intentaban revisar el marxismo e introducir
nociones filosóficas místicas. Lenin, correctamente, luchó contra esta
tendencia…./…
9.- El futuro de la religión.
10.- ¿Una vida alternativa?.
11.- La religión y la crisis del
capitalismo.
12.- El desarrollo humano ha tomado una
línea descendente.
13.- La humanidad alienada de si misma.
14.- ¡Por un paraíso en este mundo! (*)
(*) Fuente: Extractos del libro “Marxismo y Religión”.
(*) Editado por la Fundación de Estudios
Socialistas “Federico Engels”.
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