(Es recomendable leer antes las partes anteriores publicadas en este blog del 1
al 3).
La religión y la crisis del
capitalismo.-
La religión es lo que los marxistas
llamarían falsa conciencia, porque dirige nuestro entendimiento fuera del
mundo real, sobre el que no podemos saber nada y del que es inútil incluso
hacer preguntas. Toda la historia de la ciencia parte de dos presunciones
fundamentales: a) el mundo existe fuera de mí mismo y b) puedo comprender este
mundo, e incluso aunque hay cosas que en la actualidad no puedo saber, al menos
seré capaz de conocerlas en el futuro. Para establecer un límite más allá del
conocimiento humano necesita traspasar y abrir la puerta a todo el misticismo y
la religión. Durante más de 2.000 años, la humanidad ha estado luchando para
adquirir conocimiento de nosotros mismos y del mundo en que vivimos. Durante
todo ese tiempo, la religión ha sido la enemiga del progreso científico, y no
es una casualidad. En la medida que el pensamiento científico nos ha permitido
comprender cosas que en el pasado parecían “misterios”, la religión ha sido
empujada para atrás y ahora se encuentra en la parte trasera intentando
salvarse a sí misma.
En
la lucha de la ciencia contra la religión, es decir, la lucha del pensamiento
racional contra la irracionalidad, el marxismo se ha puesto con entusiasmo del
lado de la ciencia. Pero hay más. El objetivo al adquirir un pensamiento
racional del mundo es cambiarlo. El significado de toda la historia humana de
los últimos 100.000 años ―y más― es la lucha sin fin de la humanidad por ganar
la batalla a la naturaleza, controlar su propio destino y así convertirse en
seres libres. Las raíces de la religión están en el pasado lejano, cuando los
humanos luchaban para librarse del mundo animal de donde procedemos. Para
encontrar sentido a los fenómenos naturales que están más allá de nuestro
control, los humanos tenían que recurrir a la magia y el animismo―las primeras
formas de religión―. En su día, esto representó un paso adelante en la
conciencia humana. Este estadio infantil de la conciencia debería haber
desaparecido hace tiempo, pero la mente humana es infinitamente conservadora y
guarda conceptos y prejuicios que hace tiempo han perdido su razón de ser.
En
la sociedad de clases, el concepto de “amor al prójimo” es una vacua
declaración. La economía de mercado, con su moralidad servil hace de esta
aspiración una proposición imposible. Para cambiar la conducta y la psicología
de hombres y mujeres es necesario, en primer lugar, cambiar la forma en que
viven. En palabras de Marx, “el ser social determina la conciencia”. Todo el
mundo está dominado por un puñado de gigantescos monopolios que saquean el
planeta, lo deterioran, destruyen el medio ambiente y condenan a millones de
personas a una vida de miseria y sufrimiento.
Las
damas y caballeros que se sientan en los consejos de dirección de estas
multinacionales en su mayoría son cristianos practicantes, en un número menor,
judíos, musulmanes, hindús u otros credos. Sin embargo, la verdadera religión
del capitalismo no es ninguna de estas. Es el culto a Mammon, el dios de la
riqueza. El capitalismo da la vuelta a las relaciones humanas. De una forma
retorcida y distorsionada convierten al hombre en un ser que “vale un millón de
dólares”, como si habláramos de una mercancía. La televisión habla de la bolsa,
el mercado, el dólar y la libra como si fueran seres vivientes (“la libra está
hoy un poco mejor”). Esto es la alienación: cosas muertas (Capital) que parecen
vivas y cosas vivas (personas, trabajo) que parecen muertes, triviales y sin
sentido.
El desarrollo humano ha tomado una línea
descendente.-
La capa de la cultura moderna y la
civilización fabricada durante miles de años todavía es muy delgada. Más abajo
residen todos los elementos del barbarismo. Si alguien tiene dudas, estudiemos
la historia de la Alemania nazi, o los recientes acontecimientos en los
Balcanes. En su período ascendente, la burguesía abrazó el racionalismo,
incluso el ateísmo. Ahora, en el período de decadencia capitalista, aparecen
por todas partes tendencias a la irracionalidad ―incluso en los estados
“cultos” más avanzados―. Si la clase obrera no consigue cambiar la sociedad,
todas las conquistas del pasado estarán amenazadas, y el futuro de la
civilización humana no estará garantizado.
La
devastación infringida por el capitalismo en todo el mundo ha producido
numerosas monstruosidades. En su período de declive senil, también hemos visto
el ascenso de tendencias místicas y religiosas retrógradas. El papel
reaccionario de la religión se puede ver hoy en todo el mundo, desde Afganistán
a Irlanda del Norte. En todas las partes vemos el monstruo del fundamentalismo:
no sólo el fundamentalismo islámico, también el cristiano, judío e hindú. El
mensaje de amor fraternal y esperanza se ha convertido en desesperación, odio y
matanza. Por este camino, nada es posible excepto el barbarismo y la extinción
de la cultura y civilización humanas.
La
causa de estos horrores no es la religión por sí misma, como podía intentar
defender un observador superficial, sino los crímenes del capitalismo y el
imperialismo, que devasta países enteros y comunidades y destruye el tejido
social y la familia sin poner nada en su lugar. Ante el temor al futuro y la
desesperación por el presente, la gente busca consuelo en las llamadas
“verdades eternas” de un pasado no existente. El ascenso del llamado
fundamentalismo religioso es sólo una expresión concreta del callejón sin
salida de la sociedad, que lleva a las personas a la desesperación y la locura.
Pero, como vemos en la guerra de Rusia y la OTAN contra el pueblo de Ucrania,
como hicieron también en Irak, Irán y Afganistán, las promesas de un cielo
religioso sobre la tierra es un sueño vacío que sólo lleva a una pesadilla.
La
religión no puede explicar nada de lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Su
papel no es explicar, sino consolar a las masas con sueños y untarles con el
bálsamo de una falsa promesa. Pero uno siempre se despierta del sueño, y los
efectos del bálsamo, más dulce, pronto desaparecen. La condición previa para
ganar nuestra libertad como seres humanos es la ruptura radical con los sueños,
y ver el mundo y a nosotros mismos tal como somos: mortales, luchando por una
existencia de seres humanos sobre esta tierra.
La humanidad alienada de si
misma.-
Desde tiempos inmemoriales, los
hombres (y mujeres) han sido educados en un espíritu de servilismo.
Incluso hemos llegado a pensar que somos débiles, impotentes, que no importa lo
que hagamos, no hay diferencia, pues el “hombre propone y Dios dispone”. La
idea dominante es el fatalismo. Uno de los grandes problemas a los que nos
enfrentamos, es que nada se puede hacer. Este sentido de aceptar de una forma
fatalista, de adorar servilmente todo lo establecido, están inmersa en todas
las religiones. Al cristiano se le aconseja que si alguien le golpea, debería
poner la otra mejilla. La palabra islam es “sumisión”, y los profetas del
Antiguo Testamento nos aseguran que “todo es vanidad”. Aparte de este sentido
de impotencia está la necesidad de un ser superior que es todo lo que nosotros
no somos. El hombre es mortal; Dios es inmortal. El hombre es débil; Dios es
fuerte. El hombre es ignorante ante los misterios del universo; Dios lo sabe
todo. La fe de los seres humanos debe buscar en los cielos la salvación y así
surge la creencia en milagros.
Pero
esto no sólo se limita a las clases menos cultas. Se encuentran supersticiones
similares en la mente de analistas económicos y corredores de bolsa, que
simplemente se sitúan a un nivel más elevado de la mentalidad del jugador que
lleva un rabo de conejo en una mano y con la otra lanza los dados. En la
Biblia, el hambriento comía, el ciego veía, el mudo hablaba... todo con la
intervención de milagros divinos. Hoy en día, no se requiere la intervención de
elementos sobrenaturales para conseguir estos milagros. Las conquistas de la
ciencia moderna y la tecnología, ya nos permite hacer todas estas
cosas. Son sólo las restricciones artificiales impuestas por la propiedad
privada de los medios de producción y la lucha por el máximo beneficio lo que
impide la extensión de estas ventajas a todos los hombres, mujeres y niños
sobre el planeta.
Cuando
hombres y mujeres sean capaces de controlar su vida y desarrollarse como seres
humanos libres, los marxistas creen que el interés de la religión ―la búsqueda
de consuelo en otra vida― caerá por sí mismo. Mientras tanto, los desacuerdos
en estas cuestiones no deben impedir a todos los cristianos, hindús, judíos o
musulmanes honestos que deseen participar en la lucha contra la injusticia unan
sus manos a las de los marxistas en la lucha por un mundo nuevo y mejor.
¡Por un paraíso en este mundo!
“Si tuviera que comenzar todo de nuevo
trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi
vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista,
un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe
en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más
firme, que en mi juventud... Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora
una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar”. (Trotsky. Escritos.
Bogotá. Editorial Pluma. 1976. Tomo XI. Vo. 1. pp.
216-7).
En
su libro la Metafísica, Aristóteles hizo un comentario profundo y maravilloso,
cuando dijo que el hombre comienza a filosofar cuando sus necesidades de vivir
están satisfechas. Al eliminar la antigua dependencia degradante de hombres y
mujeres de las cosas materiales, el socialismo establecerá las bases para un
cambio radical en la forma de pensar y actuar. Trotsky adelantó lo que podría
ocurrir en una sociedad sin clases:
“(…)Bajo
el socialismo la solidaridad será la base de la sociedad. Todas las emociones
que nosotros los revolucionarios, en la actualidad, sentimos aprensión de
mencionar, que han estado llenas de hipocresía y vulgaridad, como es la amistad
desinteresada, el amor por el prójimo, la simpatía, será el poderoso coro de la
poesía socialista”. (Trotsky. Literatura y revolución. P. 60. En la edición
inglesa).
Las
cadenas de la opresión de clase y la esclavitud no son sólo materiales sino
psicológicas y espirituales. Costará tiempo, incluso después de la abolición
del capitalismo, para eliminar las cicatrices morales de esta esclavitud.
Hombres y mujeres que han sido formados durante toda su vida en un espíritu
servil no emanciparán su mente y alma inmediatamente de todos sus prejuicios.
Pero una vez las condicione materiales y sociales estén dadas para permitir a
hombres y mujeres entrar en una relación verdaderamente humana, su conducta y
forma de pensar se transformará de la misma forma. Cuando ese día llegue, la gente
no necesitará el policía ―sea material o espiritual―.
Los
antiguos sofistas griegos, que realmente eran filósofos perspicaces, mantenían
que el “hombre es la medida de todas las cosas”. En una sociedad sin clases,
este sería realmente el caso. Pero donde hombres y mujeres controlan su vida y
destino de una forma consciente, ¿qué espacio queda para lo sobrenatural? En
lugar de desear una vida imaginaria más allá de la tumba, la gente concentrará
su energía en hacer esta vida tan maravillosa y plena como pueda ser. Este es
el significado del socialismo: hacer realidad lo que siempre fue potencial.
En
su forma más elevada de la sociedad humana, hombres y mujeres alcanzarán su
verdadera talla. Limpiarán nuestro mundo de toda pobreza, odio e injusticia.
Recuperarán el planeta, sus ríos, mares y cascadas, serán
puras de nuevo, y toda la maravillosa diversidad de la vida será
protegida y cuidada. Las ciudades atascadas y contaminadas dejarán de existir y
reconstruidas con toda la creatividad artística humana respetando el medio
ambiente. Las profundidades de los océanos se explorarán y descubriremos sus
secretos pasados. Y por último, pero no menos importante, tocaremos el cielo
con la mano ―no en una oración―, sino en naves especiales que llevarán a la
humanidad a los confines lejanos de nuestra galaxia y quizá más allá. Cuando
hombres y mujeres disfruten de esta visión ilimitada del progreso humano, que
podemos conseguir con nuestros propios esfuerzos y recursos, sin la ayuda de
espíritus, ¿qué lugar quedará para la religión?
En
la Biblia se pueden encontrar palabras de gran sabiduría, como en los
Corintios, donde podemos leer: “Cuando era un niño hablaba como un niño,
comprendía como un niño, pensaba como un niño. Cuando me convertí en hombre
dejé a un lado las cosas pueriles”. Ocurre lo mismo con la evolución de nuestra
especie. Cuando la raza humana realice definitivamente su destino y sea capaz
de ponerse sobre los dos pies y vivir la vida plenamente, ya no será necesario
el apoyo de la religión, un ser sobrenatural a quién rezar o el falso consuelo
de una vida en otro mundo. Cuando llegue ese momento, la humanidad dejará la
religión con la misma facilidad que cuando las personas crecen dejan de lado
los cuentos de hadas que amaban cuando eran niños y habrán superado su
necesidad”.
(Continuaremos mañana con la parte 5 de 6)
“Extractos del libro “Marxismo
y Religión”.
”Editado por la “Fundación de Estudios Socialistas “
Federico Engels”.
Madrid · 914 280 397 · 914
283 870.
libreria@fundacionfedericoengels.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario