Con el lema España puede, Pedro Sánchez inauguraba el curso político con un gran acto rodeado de lo más granado de la burguesía española. Bajo la atenta mirada de Ana Patricia Botín (Santander) José María Álvarez Pallete (Telefónica), Carlos Torres (BBVA), Florentino Pérez (ACS), José Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola) o Pablo Isla (Inditex), el presidente volvió a defender la “unidad nacional” para salir de la crisis, arrancando el aplauso y las alabanzas de todos estos oligarcas. Sánchez se congratuló de la presencia de CCOO y UGT, así como de la de los ministros y ministras de Unidas Podemos, encabezados por el vicepresidente segundo Pablo Iglesias.
Los grandes capitalistas no pueden ocultar su satisfacción por el rumbo que
Pedro Sánchez ha tomado. Aunque obviamente no era su opción preferida —ellos
habían apostado fuerte por un Ejecutivo del PSOE-Cs sostenido desde fuera por
el PP—, una vez que se conformó el Gobierno de coalición dejaron de lado
cualquier prejuicio y movilizaron su capacidad de presión y persuasión para
imponer su agenda en todas las cuestiones de fondo.
Por su propia experiencia saben que los dirigentes del PSOE tienen una
aptitud más que probada en la gestión del capitalismo, especialmente en los
periodos más tormentosos. Lo que no tenían tan claro era la respuesta de los
líderes de Podemos y particularmente de Pablo Iglesias. Pero, a la vista de los
resultados, no pueden estar más contentos. Los llamamientos desde Moncloa a la
unidad, a la estabilidad política y a la paz social son su mejor garantía. El
Gobierno de coalición ha dejado claro que no se saldrá del guión marcado por el
IBEX 35.
Previsiones muy sombrías para la economía.
Después de un verano catastrófico y con unos datos más que preocupantes, el
momento de los grandes ajustes está cada vez más cerca. Más aún después de
haber puesto todas las esperanzas en el tan celebrado acuerdo con Europa, un
rescate encubierto que naturalmente exigirá su contrapartida: nuevos recortes y
contrarreformas, empezando por las pensiones, nuevos topes salariales y
despidos masivos, que tendrán menos indemnización, y un aumento de la
precariedad y la explotación para hacer “más competitiva la economía”.
La recuperación en V que pronosticaba Nadia Calviño hace unos meses ha
quedado refutada por los hechos: la OCDE informaba en pleno período estival de
una caída del PIB español del 18,5% en el segundo trimestre, el mayor retroceso
de los 37 países que la conforman. Los meses de verano —que supuestamente iban
a permitir levantar cabeza a la economía— han dejado una foto sombría. En
el mes de julio se constataba la hecatombe del sector turístico, que registraba
una caída del 73,4% en las pernoctaciones hoteleras respecto al año anterior.
En el sector industrial —en pleno proceso de reconversión, como se ha visto con
Nissan o Alcoa— el retroceso fue de un 14% respecto al mismo mes de 2019. Con
una deuda pública batiendo un récord histórico —1,29 billones de euros,
superando el 100 % del PIB—, los capitalistas y sus instituciones, como el
Banco de España, ya afilan los cuchillos para imponer nuevas medidas de
“austeridad”… para los trabajadores y sus familias.
Obviamente, a la clase dominante no se le escapa el potencial explosivo que
se está acumulando. Manejar una crisis de esta profundidad no es tarea fácil
para ellos. La tremenda polarización social, el giro a la izquierda y las
grandes movilizaciones que impusieron —contra sus deseos— este Gobierno de
coalición del PSOE y Unidas Podemos, junto una pandemia que ha demostrado la
incapacidad del sistema para garantizar lo mínimo a la mayoría de la población,
son elementos que no ayudan a sus objetivos.
"La recuperación en V que
pronosticaba Nadia Calviño ha quedado refutada por los hechos: la OCDE
informaba de una caída del PIB español del 18,5% en el segundo trimestre"
En un contexto marcado por esta presión, la burguesía recurre al
pragmatismo. Su objetivo principal —garantizar sus beneficios millonarios— pasa
en primer lugar por bajar la temperatura de la lucha de clases. Y en ese
cometido, la colaboración de los dirigentes de la izquierda parlamentaria y de
los sindicatos para mantener la paz social es la clave de bóveda de su
estrategia. Apoyándose en la consigna de “unidad nacional” que Sánchez y los
ministros de UP proclaman a los cuatro vientos, pretenden atar de pies y manos
a los trabajadores ante los ataques de calado que preparan.
Los “presupuestos de la unidad”… contra
la clase trabajadora
La elaboración de los presupuestos es la siguiente gran tarea del Gobierno
de coalición. Unos presupuestos que deben contentar además a la Unión Europea
para que los fondos prometidos a los asistentes al acto de España puede
—la oligarquía financiera y empresarial—, se hagan efectivos.
A pesar de todo el esfuerzo de propaganda dedicado a explicar que la salida
a esta crisis será completamente distinta a la de 2008, los hechos insisten en
lo contrario. El famoso escudo social se ha mostrado completamente insuficiente
e incapaz de dar solución a los problemas y la miseria que sufren hoy millones
de familias trabajadoras. Mientras que la sanidad y la educación públicas se
encuentran en una situación desastrosa y sin recursos para hacer frente al
nuevo rebrote, mientras el Ingreso Mínimo Vital no ha llegado ni a un 1% de los
solicitantes, las cosas están siendo completamente distintas para las
grandes empresas.
No ha habido ninguna dificultad para regalar sin pestañear 100.000 millones
de euros al sector financiero y empresarial, ni para que el erario público se
hiciera cargo de los salarios y cotizaciones de los casi tres millones y medio
de trabajadores afectados por los ERTE – exonerando así a los empresarios, que
en estos años han amasado enormes beneficios a costa de nuestra explotación, de
poner un euro—. La patronal no obstante quiere más. Para que los ERTE no se
conviertan en ERE, exige que el regalo de dinero público continúe más allá del
30 de septiembre y por supuesto, nada de hablar de la derogación de la reforma
laboral. Todas estas exigencias están siendo aceptadas sin rechistar por el
Gobierno. Son hechos. Hechos que además asfaltan el camino a la derecha.
Pero eso ha sido sólo el principio. El acercamiento de Sánchez a Ciudadanos
y el mensaje que ha mandado al Partido Popular —arropado por los principales
empresarios del país—, no deja lugar a dudas. “El diálogo” y la “unidad” que
reclamaba estaban cargados de intencionalidad: aprobar unos presupuestos que
contenten a Merkel, al IBEX, a la CEOE y a la derecha. Bajo el lenguaje de que
todos somos soldados en esta guerra y de que tenemos que estar unidos para
vencer al virus, se esconde la engañifa de siempre: pedir más sacrificios a la
clase trabajadora y renunciar a los puntos del acuerdo de coalición con Unidas
Podemos que podrían ser de más contenido, como la reforma de la fiscalidad, la
derogación de las contrarreformas, el fin de los recortes...
Que Sánchez haya decidido negociar con Cs como socio prioritario para
aprobar unos presupuestos de esta naturaleza no es una sorpresa. Que Cs se
preste gustoso en esa tarea, tampoco. Incluso que Casado destituya a Cayetana
Álvarez de Toledo —ofreciendo un guiño a los sectores de su partido y la
burguesía que le exigen que arrime el hombro— también tiene su lógica. Al fin y
al cabo, la “revolución cayetana” que instigaron en el Barrio de Salamanca
mostró más peligros que ventajas: ese primer intento de derribar al Gobierno
fracasó miserablemente, igual que ocurrirá con el patético anuncio de moción de
censura presentado por Santiago Abascal.
"No ha habido ninguna dificultad
para regalar sin pestañear 100.000 millones de euros al sector financiero y
empresarial (...) La patronal no obstante quiere más."
La cuestión no es que la burguesía, la derecha, y la socialdemocracia haga
todo lo que esté en su mano para garantizar la estabilidad del capitalismo
español y del régimen del 78. La cuestión es que Unidas Podemos se embarque en
esta misión, amague con críticas retóricas para retroceder inmediatamente, e
insista en comprometer su crédito político para dar cobertura a una operación
estratégica que va contra sus intereses y contra los intereses de las clases
populares.
Si Pablo Iglesias piensa que así demuestra su “realismo”, y que evitará el
avance de la derecha, está muy equivocado: esta estrategia conduce no solo
hacia nuevos desastres electorales, como ya se ha comprobado en Galiza y
Euskadi, profundiza a una velocidad de vértigo la ruptura con su base social y
las aspiraciones de transformación social de los millones de personas que con
su acción en las calles permitieron la irrupción de Podemos.
Unidas Podemos debe dar un giro de 180
grados ¡Ni unidad nacional ni paz social!
Cuando la formación de Pablo Iglesias llegó al acuerdo de coalición afirmaba
que su presencia en el Gobierno era la garantía de empujar hacia la izquierda
al PSOE. Sin embargo, el resultado ha sido justo el contrario: la formación
morada ha sido arrastrada hacia la derecha y, asumiendo su papel de “hombres y
mujeres de Estado”, se separa de la calle y de un programa de ruptura con la
dictadura de los grandes capitalistas.
La velocidad de esta deriva ha sido asombrosa. Es cierto que la presión de
su base social les ha empujado a hacer algunas declaraciones críticas con sus socios
de Gobierno, como el escándalo que ha supuesto la huida de Juan Carlos I a
Emiratos Árabes Unidos con una fortuna hecha a base de robo y corrupción. Pero
no se trata más que de críticas superficiales que nunca van acompañadas de
hechos.
La última de ellas, la rotunda oposición que manifestó la portavoz de
Podemos, Isa Serra, a negociar los presupuestos con Cs, fue desmentida en
apenas 24 horas. Ahora se abren a negociar con la formación naranja porque
Sánchez les ha ofrecido “debatir” una propuesta para presentar en nombre del
Gobierno. ¿Pero qué esperpento es este? ¿O sea que la intención de Sánchez era
pasar olímpicamente de su socio? Y, una vez que este acuerdo se produzca, y los
dirigentes de UP acepten las rebajas presupuestarias que les pondrá Sánchez
encima de la mesa, ¿cambiará algo que los representantes de UP se sienten con
Arrimadas? ¿Es que ellos son tan buenos negociadores que la convencerán de la
necesidad de confrontar con el IBEX y la CEOE para garantizar los derechos de
la mayoría trabajadora?
Este es un ejemplo de adónde se llega con el cretinismo parlamentario en
lugar de recurrir a la lucha de masas para defender un programa consecuente.
Las renuncias y retiradas de UP se han multiplicado exponencialmente desde el
comienzo de la pandemia y el estallido de la crisis, justo cuando la necesidad
de una alternativa de izquierdas se reivindica como una necesidad más urgente.
Sin ningún ánimo de caer en sectarismo sino de hacer una crítica
constructiva —porque lo que está en juego es mucho—, tenemos que decir que la
aceptación de la lógica del mal menor y la justificación de que no hay margen
para cambiar las cosas en función de la aritmética parlamentaria son un
gravísimo error. La correlación de fuerzas, como muy bien sabe Pablo Iglesias, solo
se puede modificar en el transcurso de la lucha. Pero ellos en lugar de
impulsar la movilización, de romper con la paz social impuesta desde el aparato
del PSOE y de los sindicatos, se pliegan a ella, la justifican y la teorizan.
Cayendo en la política de la colaboración de clases que quieren Sánchez, Botín,
Garamendi y compañía, contribuirán a que la mayoría de la población se enfrente
a consecuencias muy amargas.
El PSOE se está comportando al frente del ejecutivo como un defensor serio
y muy hábil de los intereses de la burguesía. Naturalmente la idea de que con
un Gobierno de la derecha todo habría sido mucho peor está muy presente en las
cabezas de la clase trabajadora. Esto les ha dado un margen considerable. Pero
no deja de ser un callejón sin salida. Sánchez ha utilizado a la formación
morada para vestir sus medidas con un lenguaje “social” con el que poder
actuar sin grandes contratiempos. Y el plan de la clase dominante es
implicarles aún más en la agenda de la austeridad, hasta que no quede nada que
se asemeje al partido que en su día prometió tomar los cielos por asalto y
derrocar el régimen del 78. Quieren utilizarles para desarmar, retrasar y
debilitar la respuesta social de grandes dimensiones que inevitablemente
llegará.
"Las renuncias y retiradas de
Unidas Podemos se han multiplicado exponencialmente desde el comienzo de la
pandemia y el estallido de la crisis."
UP debe romper con esa trampa envenenada, abandonar la política de los
gestos, los tweets y la crítica literaria para impulsar una respuesta a todos
los ataques que estamos sufriendo, basándose en la movilización y con un
programa que defienda los intereses de las familias trabajadoras. Eso es
incompatible con contentar al IBEX 35, a Cs o la Troika. Pablo Iglesias tene
que elegir: o con la clase trabajadora o con “la casta”.
¡Sí hay alternativa!
Luchar en las calles con un programa
revolucionario para transformar la sociedad
Es mil veces falso que no haya fuerzas para transformar esta realidad y
ofrecer una alternativa a los recortes y la austeridad. Las movilizaciones de
masas de las mujeres, del pueblo de Catalunya por la república, la Huelga
General en Euskal Herria o el maravilloso movimiento de la juventud contra la
represión, por la república, contra el cambio climático y por una educación
pública así lo revelan.
Pero las cosas no se cambian en los despachos ni recitando la Constitución
o defendiendo la legitimidad de un aparato del Estado plagado de franquistas,
que no dudan en organizar campañas de criminalización y montajes contra todo lo
que huele a izquierda —y de la que UP está siendo víctima ahora mismo—. La
crisis de 2008 dejó valiosas lecciones sobre lo que no sirve: cuando se acepta
la lógica del sistema se termina por justificar que no hay alternativa y se
aplican las medidas más salvajes contra la clase trabajadora. Eso fue lo que
hizo Tsipras en Grecia y las consecuencias de la devastación social que provocó
aún están a la orden del día.
Frente a una crisis económica de magnitudes extraordinarias, frente a la
ofensiva feroz de la patronal, un Gobierno de izquierdas que realmente quisiera
responder a las necesidades de la población nacionalizaría la banca y los
monopolios. Defendería la enseñanza y sanidad pública contratando cientos de
miles de profesionales para reducir los ratios de las escuelas e institutos,
reforzar los hospitales y los centros de atención primaria. Acabaría con el
negocio de la sanidad privada y los centros de mayores, expropiándolos y
colocándolos bajo el control inmediato del Estado, exactamente igual que el
sector farmacéutico.
Un Gobierno de izquierdas digno de tal nombre, garantizaría por ley que
todas las trabajadoras y trabajadores puedan acogerse a permisos retribuidos
para asegurar la conciliación familiar. Se opondría a los despidos y a las
reducciones salariales, y obligaría a la patronal a pagar los ERTE de los
beneficios que han acumulado en los últimos años. Aprobaría inmediatamente un
seguro de desempleo indefinido de 1.200 euros hasta encontrar un puesto de
trabajo. Derogaría de todas las contrarreformas laborales y de las pensiones, y
pondría fin a los recortes. Permitiría la jubilación a los 60 años con el 100%
del salario y contratos de relevo para la juventud. Anularía por ley todos los
desahucios, crearía un parque público de viviendas con alquileres sociales
accesibles, y expropiaría a los grandes tenedores y especuladores. Defendería
las libertades y los derechos derogando la Ley Mordaza y depuraría de fascistas
el aparato del Estado.
El camino que nos propone Sánchez, la unidad con nuestros explotadores, ya
sabemos adónde nos lleva. Lo que requiere la situación es justo lo contrario:
levantar una alternativa de lucha por la transformación socialista de la
sociedad que enfrente a los responsables de esta catástrofe.
Fuente:
https://izquierdarevolucionaria.net/index.php/hemeroteca/10014-hemeroteca-2020/12289-el-militante-n-350-extra-otono-2020
EDITORIAL
DE “EL MILITANTE”.
Extra
de Otoño 2020. Número 350, páginas 10 y 11.
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