Al cumplirse el próximo lunes 18 de
Julio, 86 años del golpe de Estado de
Franco contra la República, continuamos insistiendo en la recuperación de la
Memoria Histórica que sigue siendo una demanda de los familiares de aquellos
que lucharon por la República, la Democracia y por un mundo mejor.
Reclamamos una vez más, Verdad Justicia y Reparación, en honor
de aquella generación de mujeres y hombres que ofrecieron su vida
con un valor y una generosidad sin precedentes en aquella sangrienta batalla
impuesta por los nazi-fascismos de Franco con el apoyo de Hitler y Mussolini.
Ofrecemos este breve relato histórico con un enfoque crítico de
izquierda, que es un extracto escrito por el compañero Lucas, que elaboró hace
unos años, pero que merece la pena recordar porque como dicen que dijo el
Filósofo Santayana, aunque la frase está atribuida a muchos otros, como Nicolás
Avellaneda, Cicerón, Ortega, etc, (con algunas variantes), pero que en síntesis
dice: “Los pueblos que no conocen su
historia están condenados a repetirla”, por lo que invitamos a toda persona
interesada en esta cuestión a que lean el artículo siguiente:
“El 18 del mes de julio se cumple el
aniversario del Golpe de Estado que dio lugar a la guerra civil. La gesta de
los obreros españoles en su lucha contra el fascismo continúa conquistando aún
hoy la imaginación de millones que aspiramos a transformar de arriba a abajo
esta sociedad. Y para lograrlo, comprender lo ocurrido entonces es fundamental.
Las insoportables condiciones de vida de
los obreros y jornaleros españoles fueron dando lugar a una situación
revolucionaria en el país. Las distintas etapas que atravesó el proceso
moldearon la conciencia de las masas, que aprendieron a confiar tan sólo en sus
propias fuerzas. Así, tras la arrolladora victoria del Frente Popular en
febrero de 1936, no esperaron a que el nuevo gobierno resolviese sus problemas
—algo que nunca hubiese ocurrido— sino que emprendieron la acción, expropiando
a los terratenientes, liberando a los presos políticos, ocupando fábricas y
empresas y declarándose en huelga para forzar la readmisión de los obreros
despedidos.
Por su parte, los capitalistas
españoles, quienes sometían a una miseria indescriptible a la clase trabajadora
—hasta el punto, en el caso de los jornaleros, de provocarles la muerte por
inanición entre cosecha y cosecha—, tenían claro que la única forma de
preservar sus privilegios era ahogando en sangre la revolución.
"Tras la
arrolladora victoria del Frente Popular en febrero de 1936, las masas no
esperaron a que el nuevo gobierno resolviese sus problemas; algo que nunca
hubiese ocurrido; sino que emprendieron la acción"
El 18 de julio lanzaron su ataque. Las
guarniciones militares de las principales localidades se sublevaron y
declararon el estado de guerra. Frente a esta amenaza mortal, el gobierno del
Frente Popular, que había renunciado a detener la conspiración golpista en sus
inicios, llamaba a la calma. Es más, tanto Azaña en Madrid, como Companys en
Catalunya se negaron a armar a los trabajadores. Pero la criminal actuación del
gobierno fue contrarrestada por la acción revolucionaria de los obreros
quienes, en muchas ocasiones, tan sólo provistos de escopetas de caza o
cuchillos, sitiaron y asaltaron los cuarteles sublevados de las principales
ciudades.
La clase obrera se hace con el poder real.
Tan sólo 24 horas después del inicio del
golpe de Estado, los trabajadores lo habían aplastado en Barcelona, Madrid,
Valencia, Bilbao, Gijón y otras ciudades clave. Y mientras esto acontecía,
Martínez Barrio, jefe del gobierno, proponía al golpista Mola la formación de
un gobierno cívico-militar (propuesta que fue rechazada por los golpistas). El
golpe de Estado y la acción independiente de los trabajadores provocó el
colapso de todo el aparato estatal.
El ejército, en su mayoría, se había
pasado al bando fascista, al tiempo que la policía se descomponía y todo el
protagonismo pasaba a manos de los trabajadores en armas y sus organizaciones,
en especial la CNT y también la UGT. Lo que pretendía ser un triunfo militar
rápido de la reacción, se convirtió en el inicio de la revolución socialista.
Una situación de doble poder se fue extendiendo por todo el territorio
republicano, puesto que los obreros armados no se detuvieron tras derrotar la
intentona golpista: tomaron el control de la práctica totalidad de los ayuntamientos
en la zona republicana, que fueron sustituidos por comités obreros de CNT y
UGT, expropiaron a los principales capitalistas y organizaron milicias para
dirigirse al frente y combatir a los fascistas.
En Catalunya es donde este proceso llegó
más lejos: los trabajadores tomaron el control directamente de todas las
empresas y reorganizaron la economía de forma extraordinariamente eficaz,
estableciendo el control obrero sobre la producción. El proletariado catalán
llevó acabo todo esto a pesar de que la dirección de sus organizaciones (CNT,
UGT, PSOE o POUM) no impulsó esta iniciativa y de que las organizaciones
estalinistas (como el PSUC y el PCE) se opusieron por entero.
Las colectivizaciones demostraron cómo
bajo el control y la capacidad creadora de los trabajadores, la economía
funciona de forma mucho más eficaz que bajo la anarquía capitalista.
En Barcelona, empresas colectivizadas
como los ferrocarriles, el metro, cines, agua, gas…, subieron los salarios,
redujeron algo la jornada y aumentaron la producción.
“El sindicato de la madera de la CNT
barcelonesa, (…) cerró centenares de talleres ineficientes, concentrando la
producción en dos grandes plantas. Se evitó el despilfarro mediante el control
de la producción desde la tala en el Valle de Arán hasta el producto final”(1).
En el resto de la zona republicana la
situación era similar. “En Alcoy también se centralizó la importante industria
textil, concentrando 103 empresas con más de 6.000 trabajadores bajo el control
del Sindicato Textil de la CNT, doblando las ventas hasta los veinte millones
de pesetas” (2).
Tras el 18 de julio, en la amplia zona
republicana el poder real había pasado a manos de los trabajadores, aunque al
frente del Gobierno formal, sin ningún poder real en ese momento, se situaban
los republicanos burgueses amparados por las organizaciones obreras.
(Continuará el viernes 15/6 con la parte
2)
ESCRITO POR LUCAS PICÓ.
(1) Víctor Taibo, La revolución inconclusa. El
movimiento anarcosindicalista. Fundación Federico Engels. Madrid, 2012, p. 87.
(2). Ibíd., p. 88.
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