(Al cumplirse este 18 de Julio los 84
años del golpe de Estado de Franco, continuamos insistiendo en la recuperación
de la Memoria Histórica que sigue siendo una demanda de los familiares de
aquellos que lucharon por la República, la Democracia y por un mundo mejor. Reclamamos una vez
más, VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÒN, en
honor de aquella generación de mujeres y hombres que ofrecieron su vida con un valor y una
generosidad sin precedentes en aquella sangrienta batalla impuesta por el
fascismo, ofreciendo este breve relato
histórico con un enfoque crítico de izquierda).
“”El 18 de julio de 1936 el heroico
proletariado español se levantó contra el golpe fascista del General Franco. En
Cataluña y el resto del país, los obreros tomaron el poder en sus propias
manos. El Estado colapsó, con la mayor parte de la casta de oficiales del
ejército pasándose al bando franquista.
Los obreros españoles trataron una y
otra vez de tomar el poder. En Barcelona, los obreros del sindicato anarquista
CNT y del partido de Izquierdas POUM asaltaron los cuarteles armados solamente
con cuchillos de cocina, palos y viejos rifles de caza. Esto hubiese sido
posible en toda España, de no ser por la política de los dirigentes de las
organizaciones obreras, que se aferraron a su alianza con los republicanos
burgueses.
Incluso los dirigentes del PCE tuvieron
que admitir que el movimiento revolucionario ya había ido mucho más allá de los
límites de la república burguesa: “Tal y
como observara José Díaz, ya se había logrado la destrucción del viejo orden
gobernante. La revolución social no se había limitado a “defender la República
instaurada el 14 de abril y revivida el pasado 16 de febrero”, como había
afirmado el partido comunista al comenzar la guerra.
Militantes comunistas en la primera
línea de frente en torno a Madrid, como Miguel Núñez, un miliciano de la
enseñanza, eran muy conscientes de la profundidad de la expresión popular,
decía:
“”Era una revolución a fondo. El pueblo
estaba luchando para conseguir todas aquellas cosas de las cuales las fuerzas
reaccionarias de este país les habían privado durante tanto tiempo. Tierra y
Libertad, el fin de la explotación, el derrocamiento del capitalismo. El pueblo
no luchaba por una democracia burguesa, que eso quede bien claro…””.
En última instancia, el poder son destacamentos
de hombres armados. Quién los controla, lo posee. Pero en julio de 1936 los obreros de España
se levantaron contra los fascistas en respuesta al alzamiento militar de
Franco.
El viejo ejército, en la práctica, quedó
destruido y fue reemplazado por las milicias obreras. Éstas eran las únicas
fuerzas armadas que existían en el territorio de la República. Lo único que impidió la toma del poder por
parte de la clase obrera fue la dirección de sus propias organizaciones. Habían
aplastado la reacción fascista, pero los dirigentes de todos los partidos
obreros (anarquistas, socialistas,
comunistas e incluso el POUM) entraron en el gobierno burgués del frente
popular y se convirtieron en el principal obstáculo para la revolución.
De una manera u otra traicionaron la
heroica reacción espontánea contra el levantamiento fascista. Bloquearon el
movimiento de los obreros colaborando con los podridos dirigentes burgueses
republicanos, que en ese momento no representaban a nadie excepto a sí mismos.
De hecho, esta no era una alianza con la
burguesía, sino con la sombra de la burguesía. La gran mayoría de los
terratenientes y los capitalistas apoyaban a Franco y habían huido a zona
fascista. Pero los republicanos burgueses actuaron como un freno reaccionario
para el movimiento de las masas. Tenían mucho más miedo de los obreros y
campesinos que de los fascistas, ante los que estaban dispuestos a
capitular.
En aquel entonces, la mayor parte de los
dirigentes de los partidos de la Internacional Comunista se habían convertido
en agentes de la política exterior de la burocracia rusa. Aplicaban las
instrucciones de Stalin sin cuestionarlas. Éste estaba aterrorizado de que una
revolución socialista triunfante en España, o en cualquier otro país de Europa
Occidental, minara el poder de la burocracia y llevase a su derrocamiento.
Los obreros en Rusia estaban
entusiasmados con la revolución en España, que los agitó más que ningún otro
acontecimiento desde la usurpación del poder por parte de Stalin. En un intento
de mantenerse en el poder, la burocracia se vio obligada a lanzar el
equivalente moderno de una caza de brujas medieval, para aniquilar a casi todos
los dirigentes de la revolución y a los viejos bolcheviques, asesinando a
centenares de miles de militantes del Partido Comunista. Esto se debió en parte
a las repercusiones de la revolución en España. La victoria de la revolución en
España hubiese sido el tañido de muerte para la burocracia de Moscú.
Además de esto, a los burócratas no les
importaba la diplomacia revolucionaria, como en los tiempos de Lenin, sino que
se guiaban por consideraciones puramente nacionalistas. En ese momento, querían
aplicar a los capitalistas de Gran Bretaña y Francia para llegar a una alianza
contra Alemania. No querían echar por tierra sus planes con un enfrentamiento
revolucionario que se hubiese extendido a Francia y destruido totalmente el
equilibrio político y social del mundo.
Pero, destruyendo la revolución española,
aseguraron la victoria de Franco, y con ello, la II Guerra Mundial se hizo
inevitable. Por su parte, las llamadas democracias de Gran Bretaña y Francia
hicieron todo lo que pudieron por ayudar a Franco, escondiéndose bajo la
bandera hipócrita de la “no intervención”. La política contrarrevolucionaria de
Stalin en España no convenció a los imperialistas británicos y franceses para
convertirse en aliados de la Unión Soviética, todo lo contrario.
Un militante de base del partido
comunista declaraba: “Luchando y muriendo, a veces pensábamos: “Todo
esto… ¿y para qué? ¿Era para volver a lo de antes? Si así era, no valía la pena
luchar por ello. Aquella forma vergonzante de hacer la revolución desmoralizó
al pueblo, que no la entendía. Pienso que el partido comunista fue el que mejor
entendió de qué iba la guerra…”
Los obreros españoles hicieron todo lo
posible una y otra vez, durante seis años, de 1931 a 1937, para tomar el poder
en sus manos, pero en cada ocasión, se encontraron bloqueados por sus propias
organizaciones. La última oportunidad fue en mayo de 1937. Los estalinistas,
actuando como fuerzas de choque de la contrarrevolución, intentaron tomar el
edificio de la Telefónica en Barcelona que estaba bajo control de la CNT.
En respuesta a esa traición, los obreros
anarquistas y del POUM organizaron una insurrección en los primeros días de ese
mes. Este movimiento contaba con el apoyo mayoritario de los obreros de
Barcelona, incluso los comunistas y socialistas de base. Durante cuatro días,
el poder estuvo en manos de los trabajadores. Pero una vez más, las direcciones
del POUM y la CNT se negaron a tomar el poder.
A pesar de la propaganda estalinista, el
POUM no era una organización trotskista, aunque tenía militantes que habían
sido trotskistas, como NIN y ANDRADE. En
seis semanas, el POUM había crecido rápidamente, de 1.000 a 70.000 militantes,
gracias a la imagen izquierdista y las declaraciones radicalizadas de sus
dirigentes. Tenía su propia emisora de
radio y un periódico diario. Pero Trotsky
advirtió que, sin una política correcta, la política de clase dirigida contra
los republicanos burgueses, todos los logros del POUM se convertirían en polvo.
Esta brillante predicción pronto demostró ser correcta. En momentos decisivos,
llevaron a los obreros a la derrota.
Ante la falta de una política
revolucionaria consistente, los dirigentes de la CNT y el POUM exigieron a los
obreros que abandonasen la lucha y volviesen al trabajo. Lo consiguieron, pero
no les salvó y fue desastroso para la revolución. (1) Al cabo de seis semanas,
los dirigentes del POUM fueron asesinados en las mazmorras de la GPU. Se
ilegalizó el POUM y se desarmó la CNT. El camino estaba libre para el
aburguesamiento de las fuerzas armadas y la reconstrucción del Estado bajo la
batuta de la burguesía.
En marzo de 1937, José Díaz, Secretario
General del PCE, llamó a la exterminación de todos los “agentes del fascismo,
trotkistas disfrazados de puomistas”, repitiendo las acusaciones lanzadas en
los juicios-farsa de Moscú. Pero la fuerza real de la purga en España fue la
GPU de Stalin, que estaba presente en todos los organismos dirigentes del
Partido Comunista de España.
Por ejemplo, el tristemente famoso
estalinista húngaro Ernö Gerö, uno de los agentes de Stalin, siempre asistía a
las reuniones del Partido Socialista Unificado de Cataluña. No obstante, los
dirigentes del Partido Comunista y del PSUC participaron activamente en las
actividades. Pere Ardiaca, editor del periódico del PSUC, Treball, aunque niega la participación del PCE en el asesinato de
Andrés Nin, confiesa que el partido apoyó la persecución contra el POUM.
“Aunque no tuvimos arte ni parte en la
persecución contra el POUM, la vimos con buenos ojos. Más adelante, al
celebrarse el juicio contra los poumistas, nos quedamos estupefactos ante las
declaraciones que allí se hicieron, pero,
al mismo tiempo, en ningún momento se nos ocurrió protestar ya que
compartíamos la opinión de la parte acusadora…””(2)
Ardiaca y sus compañeros estaban
“estupefactos” porque sabían perfectamente que todas las acusaciones que se
lanzaban contra los militantes del POUM eran falsas, como él mismo reconoce:
“Antes de ingresar en el partido comunista, yo había sido del BOC (uno de los
partidos que se unieron para formar el POUM), por lo que sabía que sus
militantes eran honrados y sinceros en sus creencias revolucionarias, aunque
éstas fueran distintas de las nuestras”. (2,b). No es extraño que Ardiaca
describa el asesinato de Nin “una herencia harto pesada”. Pero nada puede
cambiar el hecho de que los dirigentes catalanes y españoles eran, por lo
menos, cómplices activos de la GPU de Stalin en España.
La liquidación de la revolución llevó
inevitablemente al desastre que Trotsky había predicho. Los estalinistas
apoyaron el llamado “Gobierno de la Victoria de Negrín”, un socialista moderado
que en la práctica presidió la más terrible de las derrotas, inevitable tras el
triunfo de la contrarrevolución burguesa detrás de las líneas republicanas.
La clase obrera estaba desilusionada y desmoralizada.
En la revolución, incluso más que en la guerra, la moral es el factor decisivo.
En términos puramente militares, la revolución nunca puede triunfar contra un
ejército profesional con oficiales formados y expertos militares. El único
factor que da a las masas ventaja es su entusiasmo revolucionario. Sin éste, la
victoria de la reacción es inevitable. La precondición para la victoria en
España era política: La confianza de las masas en la causa por la que estaban
luchando.
Esta afirmación se puede demostrar con
muchos ejemplos históricos. La victoria
de los bolcheviques en Rusia se debió sobre todo a factores políticos. El poder
estaba en manos de los trabajadores, que lo defendieron ferozmente. De la misma
manera, en el campo, los campesinos luchaban por la tierra que habían ganado
gracias a la revolución de Octubre.
Unos años más tardes en China, Mao
Tse-Tung llevó adelante una guerra semirrevolucionaria contra el Kuomintang. En
la guerra civil china, las fuerzas de Mao eran insignificantes comparadas con el
ejército de Chiang Kai-shek, armado por los EEUU. Basándose en una consigna revolucionaria
sencilla (“la tierra para los campesinos”), Mao consiguió ganarse a las masas
rurales.
Incluso ofreció parcelas de tierra a los
soldados del ejército de Chiang.
Divisiones enteras se pasaron a los rojos y las fuerzas de la reacción
simplemente se diluyeron. En España hubiera sido posible un resultado similar,
pero eso habría requerido una auténtica política revolucionaria.
La Revolución Española representaba una
amenaza mortal para Stalin y la burocracia. La clase obrera soviética, cada vez
mayor en número, entusiasmada por los éxitos del Plan Quinquenal, empezó de
nuevo a sentir los efectos de la revolución mundial y a resistirse a los abusos
de la burocracia.
El movimiento espontáneo hacia la
revolución socialista en España empezó a avivar la llama de la revolución
internacional en los corazones de la clase obrera soviética. Stalin estaba
aterrorizado ante la perspectiva de que una oleada revolucionaria en Occidente
pudiera girar el espíritu revolucionario de las masas soviéticas.
Temiendo el éxito y la extensión de la
Revolución Española, y buscando un acuerdo con las “democracias occidentales”,
Stalin, por primera vez, deliberadamente la estranguló. Esto no fue así ni en Alemania en 1930-33 ni
en China en 1925-27. Es cierto que la
política de Stalin también llevó a la derrota en esos casos, pero ésta no era
su intención.
Al contrario, Stalin en ese momento
necesitaba el éxito en el ámbito internacional. Pero ahora era diferente. En
1936, la nueva casta dominante se había consolidado y estaba ansiosa por
defender sus privilegios contra cualquier amenaza, real o imaginaria.
La Revolución Española era vista como
una amenaza y muy real por la camarilla dominante. Stalin pensaba que una
revolución triunfante daría lugar a una nueva oposición dentro del Partido
Comunista alrededor de aquellas figuras que todavía tenían vínculos directos
con Octubre, y eso hubiera significado el fin del régimen estalinista. Por
tanto se marcó la tarea de eliminar esa amenaza, acusando falsamente de
crímenes contrarrevolucionarios a los viejos bolcheviques.
Lanzaron
las purgas, “el primer Plan Quinquenal
y las grandes conmociones que precedieron a la subida de Hitler (1931-1933)
amenazaban una vez más el dominio de la burocracia”. Finalmente, “¿podemos
dudar por un instante de que si la Revolución Española hubiese triunfado y los
trabajadores franceses hubiesen sido capaces de desarrollar la ofensiva de mayo y junio de 1936 hasta su
conclusión, el proletariado ruso habría recobrado su valor y combatividad y
derrocado a los termidorianos con un mínimo de esfuerzo?.””..
(1) Extracto del Libro: “De la Revolución a
la Contrarrevolución”.
Autor: Ted Grant.
(Pags. 158 a 163).
Pueden
adquirirlo en la FUNDACIÒN DE ESTUDIOS
SOCIALISTAS FEDERICO ENGELS:
http://www.fundacionfedericoengels.org/
(2 y 2,b) Ronald Fraser: Recuérdalo tú y
recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española, Vol. 2 pags. 30
a 125.
He leído el articulo, es muy interesante, algo parecido ya había leído, compre una Obra que Publico Grijalbo, escrita por un Tal Soria. un periodista francés que estuvo con las fuerzas internacionales, no recordaba lo de Pere Ardiaca, un Camarada que se entrego hasta el final de su vida a la causa del Socialismo, un Abrazo. Salud.
ResponderEliminarHe leído el articulo, es muy interesante, algo parecido ya había leído, compre una Obra que Publico Grijalbo, escrita por un Tal Soria. un periodista francés que estuvo con las fuerzas
ResponderEliminarinternacionales, no recordaba lo de Pere Ardiaca, un Camarada que se entrego hasta el final de su vida a la causa del Socialismo, un Abrazo. Salud.