Hace ya más de 45 años de aquel lejano 15-J de 1977, cuando se
celebraban las primeras Elecciones después de aquella Dictadura impuesta a
sangre y fuego por el Golpe de Estado de Franco contra la República que duró 40
años, lo que algunos historiadores consideran como el inicio de la Transición
de la Dictadura a la Democracia, hemos
creído conveniente reflejar en este pequeño extracto algunas de las
aportaciones escritas por Pepe Martín, miembro fundador de la Fundación
Federico Engels y ahora Coordinador de Comunicación de la corriente de opinión Izquierda Socialista del PSOE en
Málaga, reflejadas en su libro “Rebelión Obrera en Tejas y Ladrillos”.
Pensamos que mantiene un enorme interés ya que está escrito por alguien
que participó directamente en la lucha del movimiento obrero, en concreto en el
sector ladrillero de Málaga así como en
la Federación de la Madera Construcción y Afines de UGT como uno de los
principales dirigentes de las movilizaciones que se llevaron a cabo en ese
sector y también en la gran Huelga General Provincial de toda la Construcción
que solidariamente paralizó toda la provincia.
La Transición, para algunos historiadores, es el período que comprende
desde la muerte de Franco hasta la victoria del PSOE en 1982.
Para la mayoría de los jóvenes sería conveniente darles a conocer desde
distintos enfoques ese período porque ha habido mucha manipulación por el poder
burgués, porque ellos dan su versión de los acontecimientos, como si hubiesen
sido sólo las derechas y los dirigentes políticos, los que consiguieron
voluntariamente poner fin a la dictadura franquista, como si la clase obrera no
hubiese actuado, como si la lucha obrera no hubiese existido.
La clase trabajadora y sus movilizaciones de masas siempre son el
verdadero artífice de cualquier cambio, como históricamente está demostrado.
La lucha de la clase obrera, y sólo ella, fue en realidad el factor
determinante en la caída de los restos de la dictadura franquista. Toda lucha
es siempre una experiencia de la que podemos aprender.
El libro mencionado es un pequeño resumen de los acontecimientos;
intenta explicar los procesos que se sucedieron y reflejar el estado de ánimo y
espíritu de lucha de las masas que representaba, como en la mayoría de los
territorios del Estado español, la fuerza de la clase obrera cuando se pone en
movimiento, así como los deseos de cambiar radicalmente la sociedad y liberarse
de la situación de sobreexplotación que se sufría, tanto por la brutalidad de
los anticuados métodos de trabajo y las condiciones insufribles de opresión
vivida en muchos tajos, como por la asfixiante situación de falta de libertades
a las que nos sometía aquella cruel dictadura franquista.
El libro explica las enormes luchas socio-políticas del momento y los
enfrentamientos con la patronal en las negociaciones de los convenios, la
movilización de los trabajadores y a veces con la participación de sus familias
cuando se recrudecía la lucha; cómo se
consideraba cualquier ataque a un trabajador un ataque a todos los trabajadores
y la respuesta solidaria era inmediata,
existiendo una gran repercusión de las movilizaciones en los medios de
comunicación con entrevistas directas a los trabajadores.
Es importante señalar cómo el modelo de negociación de los convenios,
basado en las asambleas de fábrica y de sector, se fue perdiendo después de los
Pactos de la Moncloa y se transformó en una práctica basada principalmente en
la negociación por arriba, sin contar con la participación de los trabajadores
a la hora de debatir las reivindicaciones y aprobar o rechazar los acuerdos con
la patronal.
Cuando el PSOE se preparaba para llegar al gobierno, se produce un giro
a la derecha en las direcciones, lo que propició que se tratasen de silenciar
todas las voces críticas en UGT, el sindicato donde militaba Pepe Martín.
Como el autor explica en el libro se dieron una oleada de expulsiones
por motivos políticos, ante la resistencia de muchos trabajadores socialistas,
tanto de UGT como del PSOE, cuando se plantea el abandono del marxismo, siendo
él también uno de los sancionados y represaliados.
Desde aquella época muchos acontecimientos se han sucedido. Triunfos y
derrotas, alzas y bajas en las oleadas de lucha, euforias en momentos en que
ganan las izquierdas y apatía y abstención, como ha ocurrido en la actualidad,
en estas elecciones últimas a la Junta de Andalucía, que ha ganado el PP, donde
una gran cantidad de trabajadores que se consideran de izquierdas no han ido a
votar.
Al igual que ocurriera en aquella época, la abstención de millones de
trabajadores y jóvenes en las elecciones de 1996, defraudados con la política
antiobrera de la Socialdemocracia propició también el triunfo del PP, por lo
que afirmamos que la abstención de las izquierdas son en realidad un apoyo no
expreso a las derechas.
Luego en el 2000 la abstención se incrementa y la derecha se alza con la
mayoría absoluta. A partir de entonces los trabajadores y sobre todo los
jóvenes pudieron comprobar en sus carnes la auténtica cara de la derecha
española: ataques a los trabajadores, a los desempleados, a los jornaleros,
criminalización de la juventud, desmantelamiento de la enseñanza pública, una
escalada represiva sin precedentes vinculada a recortes drásticos de los
derechos democráticos y, para más inri, la guerra imperialista contra Irak,
capitaneadas por el Trío de las Azores, cuyo representante máximo del PP, el
Señor Aznar, sigue haciendo gala de que repetiría su hazaña bélica basada en
una enorme mentira.
Pero contrariamente a lo que predecían los escépticos y los cínicos, la
respuesta de la inmensa mayoría de la población contra estos ataques
reaccionarios y la política belicista del PP, le costó una derrota al partido
de la reacción que fue heredado por el Señor Rajoy.
Después de dos derrotas electorales en las generales, confunden el
pequeño avance de las Europeas con el triunfo para llegar a la Moncloa,
reanudando la campaña permanente para derribar a Zapatero, como en las pasadas
confrontaciones, no dudando de nuevo, como lo harán, en movilizar a su
“ejército pancartero de las sotanas”, porque la derecha española del PP siempre
tira al monte y los ataques serán cada vez más furibundos, repitiéndose la
historia en la actualidad, contra el Gobierno de Coalición PSOE/U.P. que
pretenden derrotar con la campaña permanente de calumnias y tergiversaciones
que tachan de “Social/Comunista/Bolivariano”, al Gobierno Central por ese
bloque reaccionario y neofranquista de PP y VOX, que intentan restaurar la
Dictadura.
Volviendo a la historia, en la década de los setenta e inicio de los
ochenta, los dirigentes de los sindicatos y partidos obreros, en lugar de
luchar por forzar la ruptura democrática con el régimen anterior, que era la
posición unánime de la mayoría de los partidos de izquierdas en la primera
fase, basándose en la firmeza, la fuerza y el alto nivel de conciencia
alcanzado por los trabajadores, cambiaron su posición sin un debate a fondo
entre las bases, que estaban mucho más a la izquierda que ellos, y optaron por
el consenso, aceptando participar en la componenda de “reformar el régimen”, lo
que dio lugar a un sistema electoral y la Constitución del 78, que ha permitido mantener aspectos regresivos
todavía después de más de 40 años transcurridos.
Uno de los ejemplos es la injusta ley D´Hondt, que favorece a la derecha
y a los grandes partidos, machacando literalmente a las minorías; Otra cuestión
anacrónica es la actual composición del Senado, que sirve de contrapeso por si
las aspiraciones del pueblo van más allá de donde las clases dominantes
permiten que se vaya, y otros métodos de democracia “orgánica” y rémoras del
franquismo en cuanto a la modernización del Estado, incluso visto desde la
perspectiva de una “democracia burguesa moderna”, nos muestra el déficit
democrático permanente que arrastramos en este llamado Estado Plural de las
Autonomías.
No se llegaron a depurar los cuerpos represivos (Policía, Guardia Civil)
ni el Ejército, y todavía hoy, está prohibida la libre sindicación de la
Guardia Civil y no se permiten los sindicatos de soldados, derecho reconocido
en muchos países de Europa, además de mantener la Justicia paralizada
incumpliendo la C.E. al mantener la ilegalidad de un C.G.P.J. fuera de la Ley,
durante 4 años hasta que ha tenido que dimitir el que era Presidente, Carlos
Lesmes, dejando muchas incertidumbres, entre ellas, un retraso enorme en la
aplicación de la Justicia así el cómo y el cuándo se elegirá el sucesor y cómo
se hará la recomposición y la componenda entre PSOE/UP y PP.
En la práctica tampoco existe el derecho a la negociación colectiva de
los funcionarios ni muchos de los derechos recogidos en el Estatuto de los
Trabajadores, violado a diario por los empresarios.
Son procedimientos todavía antidemocráticos que permanecen, que se han
intentado resolver, pero todavía sin conseguirlo, siendo este método actual
bastante regresivo para la democracia, al igual que se impuso la Monarquía y se
negó el legítimo derecho de autodeterminación de todos y cada uno de los
pueblos del Estado a decidir qué tipo de salida política quería y las
relaciones que libremente quisieran tener con los demás pueblos del Estado, de
Europa y el mundo, pues el referéndum lógico habría sido “monarquía o
república”.
La política del consenso parió un aborto, un híbrido, o sea, una
constitución capitalista con algunos arreglos y rasgos sociales. Pero analizada
la cuestión bajo el prisma de la teoría marxista, que recoge los intereses del
movimiento obrero, “el Estado es un aparato coercitivo, un grupo de hombres
armados al servicio de la clase dominante, para defender los intereses
capitalistas y someter a la clase obrera”.
De esto se deduce que no existe ningún Estado neutral, que esté por
encima de las clases, que satisfaga la reconciliación total entre clases
irreconciliables. Por tanto, un gobierno que mantiene en su ley básica la
defensa de la propiedad privada y el libre mercado va a servir únicamente a los
intereses de los capitalistas.
En este sentido, otorgarle al Gobierno de entonces, en definitiva a la
burguesía franquista, como hicieron los líderes de los partidos mayoritarios
del movimiento obrero, poderes para suspender garantías constitucionales,
autorización para intervenir en los conflictos laborales, trabas al derecho de
huelga y otras cortapisas, significaba que esos resortes del Poder que
permanecían en sus manos podrían volverse contra la clase obrera más tarde,
pero lo más dramático es que, después de largos periodos de Gobiernos
Socialistas, este estado de cosas permanezca.
Los máximos responsables de los partidos de la izquierda parlamentaria
no entendieron, como la historia del movimiento obrero nos enseña, que en
última instancia, la burguesía, para mantener su dominación, sus intereses y
sus beneficios sólo tiene en cuenta la correlación de fuerzas, y no los
papeles, las leyes ni las Constituciones, o quizás sí lo sabían, y entonces la
cuestión se complica en el análisis, como dejadez consciente de sus funciones
de dirección, calificándose esto con un nombre muy concreto.
Ésa puede ser la explicación de por qué y cómo la burguesía española
pasó sin quebranto alguno del cretinismo dictatorial franquista al cretinismo
parlamentario juancarlista, y los partidos obreros tiraron por la borda sus
ideologías, sus análisis, sus teorías y, con ello, la práctica de la lucha de
clases para poder avanzar hacia la conquista de una sociedad socialista.
Por lo dicho, la conclusión que tenemos que sacar es que la Constitución
es un convenio entre fuerzas, que en un momento determinado firmaron los
representantes obreros bajo presión del golpe permanente, que beneficiaba
mayormente los intereses de la gran patronal, que optó por una Carta Magna con
un contenido en teoría progresista —se reconocen los derechos civiles—, para
luego, cuando la correlación de fuerzas cambia y las ansias de lucha se
ralentizan y entran en declive, no desarrollarla, negar lo fundamental, no
avanzar hacia las conquistas sociales o incluso, como plantea en la actualidad
los representantes del imperialismo capitalista, se preparan para ataques
contra el movimiento obrero e intentan cargar los costos de la crisis sobre las
espaldas de los trabajadores, cuando los momentos electorales les sean
propicios, por lo que alertamos a la clase trabajadora de la necesidad de reforzar
y potenciar nuestras organizaciones de clase, tanto a escala sindical como
política.
Los trabajadores no podemos ser indiferentes a las cuestiones legales y
constitucionales. Aunque la posición correcta del movimiento obrero es defender
nuestra independencia de clase y luchar como
Clase trabajadora, por una sociedad más justa, más libre e
igualitaria, una sociedad socialista —con todas las libertades para el
trabajador y basada en un régimen de democracia económica, autogestionaria,
social y política—, tendremos que seguir luchando para democratizar lo máximo
posible el régimen burgués, por medio de la lucha de clases, que, como dicen
los clásicos, es el motor de la historia.
Hubiese sido preferible, y todavía no es tarde para luchar por ello, la
conquista de un parlamento libre del control del ejército, de burócratas y
funcionarios privilegiados y vitalicios, muchos de ellos corruptos
y en connivencia con banqueros y especuladores,
fieles representantes de las cloacas pútridas del sistema —que dan la imagen de
qué significa el sistema capitalista, basado
en la obtención del máximo beneficio “caiga quien caiga”— y que son los mismos
que han engordado durante décadas sus bolsillos a costa del pueblo trabajador.
Esto significa que sigue siendo necesaria la depuración de todas las
instituciones donde se refugian los “manijeros” de esas 200 familias de
archimillonarios que utilizan el aparato del Estado en su propio provecho.
Un Estado verdaderamente democrático exige la disolución de los cuerpos
de represión contra los trabajadores y el control democrático directo de todos
los estamentos de la administración pública, a través de órganos elegidos
democráticamente y compuestos por representantes de los trabajadores,
sindicatos, asociaciones de vecinos, amas de casa, pequeños comerciantes y
otros colectivos como ecologistas, pacifistas, organizaciones no
gubernamentales, etc., que son los que representan la auténtica mayoría
democrática de la sociedad y no los representantes de banqueros, especuladores
y explotadores.
Para ello se requiere luchar por la supresión de los secretos bancarios
y el secreto de Estado, en nombre del cual tantas fechorías se han cometido, lo
que es inadmisible en un Estado que se quiera llamar democrático.
Con esas medidas firmes, entonces como ahora, se hubiese conseguido la
ruptura democrática, limpiando el sistema de sus anquilosados vicios y
eliminando las trabas legales que impiden el triunfo de la verdadera libertad
de los ciudadanos y se hubiese evitado el bochorno de la especie de competición
entre los arribistas y oportunistas de los partidos políticos, contaminados de
tránsfugas, corruptos e indeseables que al pueblo tanto asquea, con esa
competición obscena a ver quién se cambia la chaqueta con más agilidad y
notándosele menos, muchos de ellos para medrar y conquistar enormes patrimonios
privados, bajo la falsa excusa de que están desempeñando un “servicio a la
sociedad”. Porque, como dijo el rey Salomón, que tenía fama de justo, “aquel
que se enriquece muy rápidamente, no será muy inocente”.
Para ilustrar un poco más los procesos de aquella época y haciendo honor
al título que hemos elegidos para este comentario de la fecha tan señalada del
15-J sobre los momentos cruciales en el debate que versaba sobre la
controversia de si la salida sería mediante la Ruptura democrática o la Reforma
política del franquismo, la historia ha dejado claro lo que sucedió.
No obstante, a los que estamos
inquietos con la situación que se avecina en la próxima década, bajo la colosal
presión de la recesión por la que transitamos, nos parece conveniente sacar a
colación un resumen del mencionado libro donde se reflejan algunos de los
acontecimientos de aquella época, así como profundizar en los análisis para
sacar las conclusiones pertinentes, porque como dijo el filósofo “el pueblo que
no aprende de su historia está condenado a repetirla”.../…
(*) Fuente: Extracto del Capítulo X del Libro
“REBELIÓN OBRERA EN TEJAS Y LADRILLOS”. (Campanillas 1976-1977). Autor: Pepe Martín Rodríguez. Editorial:
Fundación de Estudios Socialistas “Federico Engels”.
Para contactar con la Fundación: Madrid· 914 283 870
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